22 de noviembre 'Día de la Flor Nacional Argentina'
No solo crece en las riberas del Paraná, se lo puede encontrar también en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas.
Por Christian Fasani | 22-11-2020 09:00hs
El 22 de noviembre del año 1942 mediante el decreto 138.974se declaró a la Flor de Ceibo como “Flor Nacional Argentina”. Este árbol tan representativo es conocido también como gatillo o bucaré, seibo, seíbo.
Sus flores se utilizan para teñir telas y su madera al ser muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo.
No solo crece en las riberas del Paraná, se lo puede encontrar también en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas.
Sus flores se utilizan para teñir telas y su madera al ser muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo.
Leyenda de la flor de Ceibo
Cuenta la leyenda que, en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños. Pero un día llegaron los invasores de piel blanca que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián y huyó rápidamente a la selva.
Cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
El grito del moribundo carcelero despertó a los otros españoles quienes se encargaron de atraparla. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia Anahí, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.