Acortando brechas
Por Gerardo Gallo Candolo | 29-11-2020 10:00hs
En una reunión de trigo organizada por el Grupo Don Mario se explicó que la brecha de rendimiento es del 35%; es decir que esa es la diferencia entre los rindes promedio cosechados y los máximos obtenidos por productores de punta, en aquellos lotes donde se busca la excelencia. Para ser más preciso, se comentó que la brecha oscilaría entre el 28 y el 37% según el ambiente.
Si nos propondríamos aumentar un 20% los rindes en la mitad de lo sembrado en nuestro país, objetivo que parece modesto en comparación con los recursos disponibles, el resultado deberían ser una cosecha agregada de unos dos millones de toneladas, algo así como 400 millones de dólares adicionales que ingresarían a Argentina para distribuirse en toda la cadena… y el Estado.
La genética y las prácticas de manejo parecen indicar esas diferencias, pero a su vez serían las vías por las cuales todos, es decir productores y el estado, deberían trabajar para achicar las diferencias.
Elección de las variedades de mayores rindes y utilizando semillas de alta calidad que mejor se adapten a cada lote, densidad adecuada según ambiente y fecha de siembra, fertilización apropiada en dosis y momento de aplicación y control sanitario artesanal serían un breve resumen de los puntos a mejorar para crecer. Los semilleros conocen el mejor manejo de cada semilla que producen y acompañan con las recomendaciones para obtener de ellas los mejores resultados.
Solamente entre 25% y 30% de la semilla de trigo que se siembra en nuestro país es legal.
Solamente entre 25% y 30% de la semilla de trigo que se siembra en nuestro país es legal, práctica que, a esta altura parece considerase algo cultural que debería caducar. El Estado no tiene recursos para fiscalizar y revertir esto y siempre lo hizo vía castigos, ¿y si probamos con premios?, por ejemplo ¿por qué no intentamos que el productor invierta en una buena genética y que se le permita deducir por el doble la compra de semillas fiscalizadas para ganancias?
Un funcionario diría que la medida tiene un “costo fiscal”, pero en la práctica no sería así, ya que el productor compra la semilla en junio o julio y el descuento “adicional” por ganancia es con el pago del impuesto en abril o mayo del año siguiente. Antes es la cosecha, seguramente más abundante por utilizarse mejor semilla y ahí ganamos todos. No es una idea muy novedosa ya que a nuestros vecinos uruguayos le va muy bien hace años con un sistema similar.
¿Y con el fertilizante no se puede hacer algo parecido? Un viejo dicho afirma que si se hacen las cosas siempre de la misma manera no se debe esperar resultados diferentes, ¿no será la hora de hacer algo distinto?