Argentina: ¿potencia productora de alimentos o país subordinado?
Julián Domínguez sostuvo que la Argentina debe dejar de ser un país donde las empresas internacionales hacen negocios con nuestros recursos y tierra. Sus declaraciones son una buena oportunidad para profundizar sobre algunos de los aspectos de la producción de alimentos en nuestro país.
Por Ignacio Lautaro Pirotta | 05-12-2021 05:00hs
El miércoles pasado el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Julián Domínguez, sostuvo en la reunión de la Comisión Nacional de Alimentos (Conal): “Queremos que Argentina deje de ser un país de producción primaria donde las empresas internacionales hacen negocios con nuestros recursos y nuestras tierras”. Domínguez se refirió a la necesidad de “reconfigurar los negocios”, priorizando a las empresas nacionales por sobre las internacionales. “Las empresas nacionales tienen que poder crecer todo lo que esté al alcance de la cooperación público-privado: siempre voy a aspirar a que el pequeño se convierta en mediano, el mediano en grande y que el grande pueda ser más grande aún”.
Aunque las declaraciones de Domínguez no abordan directamente el tema, estas se pueden relacionar con uno de los grandes temas de la producción de alimentos en Argentina. Históricamente conocido como “el granero del mundo” y en las últimas décadas rompiendo récords de producción anual de los principales culivos, en realidad nuestro país ocupa un lugar subordinado en el sistema global de producción de alimentos. Como sostiene el analista Juan José Borrell en su libro Geopolítica y Alimentos, la Argentina “no posee ya casi autonomía en la matriz productiva y cada ciclo debe alquilar el acceso a las grandes corporaciones propietarias de las semillas, agroquímicos y patentes para poder cultivar”. Para Borrell, quien estudia la producción global de alimentos desde una perspectiva geopolítica, nuestro país, a pesar de tener un sistema agroalimentario importante, lejos de ser protagonista, ocupa un lugar “pasivo” y “dependiente” en el sistema global.
Esto es así debido a la alta extranjerización de las distintas etapas del proceso de producción de alimentos. En primer lugar, la producción propiamente dicha, mediante la introducción de la siembra directa y la apropiación extranjera de la biotecnología, que supuso, en palabras del citado autor, la “pérdida de soberanía sobre el patrimonio fitogenético y la biodiversidad”. En segundo lugar, la comercialización internacional, dominada por las grandes compañías como Cofco, Cargill, Bunge, Dreyfus y AGD. Por último, las corporaciones extranjeras también se introducen en la comercialización doméstica, concentrando grandes porciones del mercado con firmas como Unilever, Nestlé, Kraft o Coca-Cola. De ese modo, Argentina, a pesar de ser un gran productor de alimentos, tiene un papel subordinado en el sistema global y con poca autonomía en la toma de decisiones domésticas.
El abordaje de Borrell permite superar la visión según la cual dado los volúmenes producidos y los valores de los principales cultivos (soja, maíz y trigo) Argentina sería protagonista de la producción global de alimentos. La extranjerización del sistema local, en cambio, permite concluir que nuestro país ocupa un lugar subordinado, con poco margen de decisión sobre la propia producción e incidencia en su comercialización.
Ese proceso se vio intensificado con la Revolución Verde de la siembra directa en los años 90, siendo que mientras se incrementaba la capacidad productiva, incluyendo períodos de bonanza de precios, también lo hacía la dependencia a las grandes corporaciones extranjeras propietarias de dicha tecnología.
Esta dependencia produjo algunas vulnerabilidades y pérdida de control sobre el proceso productivo. Por ejemplo un aumento del precio internacional del petróleo se traduce en aumento de los precios de los fertilizantes, reduciendo la rentabilidad del agro. Si a la suba de costos se le agrega una caída de precios de los granos en el mercado internacional, el resultado puede ser catastrófico para los productores locales, favoreciendo eventualmente la concentración en manos de los grandes jugadores internacionales.
Las declaraciones de Domínguez también se pueden relacionar con uno de los fenómenos que cobró impulso a partir de 2008. El acaparamiento legal o ilegal de tierras por parte de actores privados o estatales fuera de sus territorios de origen, conocido como land grabbing, suele generar temores y es habitualmente usado para apuntar como responsables a países en vías de desarrollo, como Rusia o China. Aunque no hay datos certeros, es conocido que China ha acaparado tierras en el sur de África, y en menor medida en Asia y América Latina.
Además de la tierra, otro de los recursos escasos es el agua. La existencia de agua dulce adecuada para el cultivo y cría de animales en nuestro país es utilizada de manera indirecta por las potencias centrales, sea mediante la extranjerización de la producción o, como señala Borrell, por el consumo de alimentos producidos aquí. Por ejemplo, la pujante clase media china, a la que en las últimas décadas se incorporaron 300 millones de personas, incrementa el consumo de carne, importando de manera indirecta un bien como el agua, fenómeno este al que se conoce como circulación de “agua virtual”. En otros casos, como por ejemplo mediante la instalación de granjas porcinas en nuestro país, el uso del agua pasa a ser directo. El inconveniente con el agua dulce, es que es un bien que no suele ser ponderado, así como tampoco el impacto en los ecosistemas de su uso para riego.
Recuperar niveles de autonomía resulta imprescindible para un desarrollo sostenible en el tiempo y para la seguridad alimentaria de nuestra población.
Si de China hablamos, es el gran actor que presenta una trayectoria opuesta a la de Argentina en materia de su rol en el sistema global de producción de alimentos. China inicialmente demoró el ingreso de las semillas genéticamente modificadas, y posteriormente adquirió dos grandes compañías de semillas y comercialización, como son Nidera y Noble, para pasar así de ser consumidor pasivo a propietario y productor activo a escala global. De esa forma, China pasó en el plano de producción de alimentos a estar entre los principales jugadores. Desde luego, el caso chino también se inserta en la planificación y el desarrollo general de los últimos 30 años de aquel país, proceso sin el cual sería imposible su salto en materia de alimentos.
Por todo esto, las palabras de Domínguez pueden haberse referido a aspectos puntuales de las empresas privadas en nuestro país y a la intención de favorecer a las de origen nacional. No obstante ello, sus palabras también sirven para recordar que Argentina, a pesar de ser un gran productor de alimentos a nivel mundial, ocupa un lugar subordinado en el sistema global. Recuperar niveles de autonomía resulta imprescindible para un desarrollo sostenible en el tiempo y para la seguridad alimentaria de nuestra población.
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