Carlos Pairetti: de Clucellas hasta Arrecifes en el Trueno Naranja
Por Luis Chervo | 25-10-2020 11:00hs
Carlos Alberto Pairetti, así se llama este enorme santafesino, nacido en el pueblo de Clucellas, cerca de Rafaela, en el año 1935. El pasado 17 de octubre cumplió 85 años rodeado de sus afectos y recuperándose de algún achaque, en el museo viviente del automovilismo que es Arrecifes, ciudad a la que se fue a vivir siendo muy chico, motivado por su pasión: las carreras de autos.
Conocida como la Capital del Automovilismo Nacional, Arrecifes es también cuna de Campeones de la talla de José Froilán González, Luis Rubén Di Palma (padre de tres brillantes Pilotos), Ángel Lo Valvo, Carlos Marincovich, Néstor García Veiga y el adoptado, Carlitos Pairetti. Esta cultura del manejo de los fierros, perdura en el tiempo, en estos años hemos visto hasta 6 pilotos oriundos de Arrecifes en el popular TC: Agustín Canapino, Josito Di Palma, Norberto Fontana, Nicolás Trosset y Valentín Aguirre.
Pero Pairetti no solo fue Campeón de Turismo Carretera en el año 1.968, sobre el histórico Steven Chevrolet 250, llamado "Trueno Naranja".En medio del éxito de los IKA y su modelo Coupé Torino, Carlitos fue el creador del Marketing en el automovilismo. Esa innata personalidad de saber venderse y vender el trabajo que hacía, lo llevó a correr en Sport Prototipo y la Fórmula 1 Mecánica Argentina, como así también las 300 millas de Indy y en la Fórmula 3 Europea.
En esta otra faceta, descubrió la importancia de los medios. Así llegó a construir una gran amistad con el "Zar de la TV argentina", Alejandro Romay; un tucumano que convertía en éxito comercial todo lo que tocaba. También por esos años se hizo amigo del más grande de América, Sandro, quien le abrió las puertas al cine. Y así, por lo cual terminó filmando "Turismo Carretera" (1968), "Siempre te amaré" (1971) y "Piloto de pruebas" (1972).
La característica de manejo hacía que propios y extraños dijeran: "está acostumbrado a acelerar su coche hasta que no da más y no afloja el pie del pedal". Eso fue bueno y malo a la vez, lo llevó a tener respeto por los adversarios y la bronca de los mecánicos de turno.
En los años de Europa, Pairetti hizo gran aporte con su talento tanto a Fórmula 3 como a las 300 millas de Indy, siendo el primer Argentino en correr en esa especialidad, cosechando fanáticos en toda Italia, quienes los apodaron “Il Matto”, en español "el loco".
A su regreso a Argentina en 1977, anduvo con un Dodge GTX y luego con un Dodge 1500, hasta que el 14 de Agosto de 1.978 se retiró a bordo de una Coupé Dodge GTX, terminó sus años de actividad dedicado al periodismo radial, como integrante del equipo de Carburando.
Una vez, en una entrevista para Infobae, le preguntaron si el Trueno Naranja, había sido el mejor auto que había corrido y, para sorpresa de algunos, respondió: "No, con ese auto logré el campeonato de TC, gané cuatro carreras y era muy bueno. Pero el mejor auto que manejé fue la Ferrari 512 con la que corrí los 1.000 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires en 1.971. Compartí la conducción con el español José María Juncadella y terminamos quinto. Ese coche hacía todo bien, frenaba que era un espectáculo y tenía un motor impresionante, llegaba a 312 kilómetros por hora en la Chicana de Ascari".
Si bien su intento de correr en Indianápolis no funcionó, lo que siempre rescata, que fue el único argentino, que pudo correr en Indy 300 en Rafaela, en donde corrió con un Volstedt Ford Turbo, que terminó noveno en la sumatoria de puntos, pero hay que recordar que esos coches tenían casi 900 caballos, el doble de potencia de un F1 de la época, y en Rafaela caminaban a 320 km/h.
Dentro de su enorme y variado derrotero automovilístico, hay que contar que él y Rubén Luis Di Palma son los únicos en la historia del TC que ganaron con las cuatro marcas tradicionales, Chevrolet, Ford, Dodge y Torino, esto es parte del Mito Arrecifes.
Mientras finalizo estas líneas que desean ser un homenaje no solo a Carlitos, el de 85 años, que la sigue peleando rodeado de sus recuerdos y sus seres queridos, en la linda ciudad de Arrecifes, que lo adoptó como hijo propio. Y como a todos los arrecifeños, no le corre sangre en la venas, sino nafta.
Con esta nota voy recordando las sensaciones de un niño al que le saltaba el corazón el sábado por la noche mientras el padre, los tíos, los vecinos y los compañeros de trabajo de ellos, preparaban el asado, las sombrillas y las sillas, para salir en caravana el domingo, bien tempranito, en busca de la carrera que alegraba el domingo y que iba a ser el comentario de toda la semana.
En mí caso, me gustaba ver la carrera en la parte superior del techo del camión volcador de mí tío abuelo "Neno", que era el encargado del asado y la picada de la previa, mientras compartíamos los momentos más lindos de mi niñez, que fue como la de tantos, un corazón que aprendió a latir con el rugido de los motores, porque luego del fútbol, y por delante del boxeo, todavía hoy el automovilismo es el deporte preferido por los argentinos.