En un intrincado contexto, en el que las barreras comerciales por la COVID-19 se endurecen a diario, China pone nuevamente el foco en la incidencia de los contagios por la importación de alimentos, pese al gran caudal de información que desmiente la probabilidad de contagio a partir de estos.

A partir de la detección de 22 nuevos contagios de coronavirus, que se le suman a los 11 que se registraban hasta el 22 de noviembre, funcionarios de la ciudad portuaria de Tianjin rápidamente apuntaron a que los contagios se deben a las importaciones de alimentos congelados.

Particularmente, un funcionario de la ciudad adjudicó el rebrote a "cabezas de cerdo importadas de América del Norte", según Reuters, pero las autoridades sanitarias de China aclararon que quienes dieron positivo no consumieron dicho alimento. No obstante, desde la Comisión Nacional de Salud advirtieron que las infecciones son "importadas" y "se originaron en el extranjero".

Lo cierto es que, detrás de la asociación endeble, existe la sospecha de que China está intentando hacer un bloqueo de índole proteccionista como una medida para sembrar interrogantes sobre la inocuidad de los alimentos de Estados Unidos, a la vez que limita la dependencia comercial.

Se registró, también, una transmisión local en Shangai y en Tanjin que de acuerdo al medio Shanghai Daily se remonta a un contenedor de alimentos de origen estadounidense que fue limpiado por dos empleados, quienes posteriormente contrajeron el virus.

Las autoridades sanitarias de Tianjin, luego de los casos registrados, tomaron muestras de los lugares donde las cabezas de cerdo habían sido manipuladas y dieron positivo en la misma cepa de virus que los casos confirmados. A su vez, las autoridades aseguraron que realizarían pruebas en algunas instalaciones de almacenamiento en frío y en el personal portuario.

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