La intención del gobierno Chino por mantener la "estabilidad social" en su república a partir del brote de coronavirus llegó a limites cuestionables: desde que se desató la epidemia de coronavirus, los esfuerzos chinos estuvieron puestos en negar la existencia del brote, perseguir a personal de la salud que intentó difundir información y censurar a medios de comunicación independientes y usuarios de Internet, para poder, de ésta manera, controlar la narrativa alrededor del virus.

A pesar de los intentos de China de impedir que se den a conocer internacionalmente sus acciones y manejos en relación al brote, se difundieron vídeos que muestran el maltrato que atraviesan quienes presuntamente están infectados del coronavirus y quienes desafían el toque de queda en las ciudades en cuarentena.

Si bien parece lógico determinar la restricción de movimiento de los infectados ante una situación de emergencia, la evidencia demuestran que la epidemia de coronavirus en China llegó a un punto crítico tal que "las autoridades de salud y de seguridad china perdieron todo atisbo de humanidad". En los vídeos, se ve cómo personal de seguridad arrastra por la calle a una mujer, fuerza a la gente a subir a vehículos o entrar a determinados lugares. 

Más allá de las medidas violentas para transportar personas afectadas con el virus, lo que "causa mayor indignación internacional es la campaña generalizada para silenciar todos estos hechos". Los vídeos son censurados en cuestión de horas, China aplica la misma política de censura y silenciamiento que viene poniendo en práctica desde que emergió el brote. De hecho, todavía se encuentra fresca la herida que provoco la destrucción de los homenajes que el pueblo chino le había hecho a Li Wenliang, medico que intentó advertir del coronavirus a principios de diciembre.