¿De la pandemia saldremos mejores?
La aparición de múltiples cepas en todo el mundo trae un debate que permanecía secundario: la defensa de la propiedad intelectual de las vacunas por sobre el bienestar del mundo.
Por Belén Benítez | 11-04-2021 08:59hs
Al comienzo del aislamiento preventivo y obligatorio, el anuncio del cierre de fronteras y otras varias medidas en pos de cuidar la salud de la población fueron acompañadas de mensajes desde todas las veredas políticas que aseguraban que de la pandemia "salíamos mejores". Con esas palabras, se pretendía instaurar una esperanza de que, ante una crisis sanitaria de esta magnitud, emergería una solidaridad sin igual que comprenda el cuidado del otro e inclusive, una oportunidad de pensar en quienes han sido históricamente desplazados.
A poco más de un año de la llegada del virus a la Argentina y de cara a una segunda ola, la situación es bastante disímil: si bien a diferencia de marzo del año pasado existen en la actualidad vacunas en el mercado y se avanzó en la comprensión social del cuidado colectivo sanitario, el uso del barbijo y la importancia de la ventilación, el norte no se presenta tan auspicioso como debería.
Lo cierto es que la vacuna no significa el fin de la pandemia en tanto la distribución siga en manos de un puñado de laboratorios con permisos legales para producirlas. La capacidad de producción de la vacuna y la aparición de nuevas cepas de coronavirus están ligadas causalmente por la limitada capacidad que las farmacéuticas tienen para desarrollarlas. Con las patentes de por medio, las farmacéuticas que desarrollan las vacunas restringen la producción a una cantidad limitada de dosis que terminan por concentrarse en los países con mayor poderío económico y político mientras que condenan a la mayor parte del mundo a brotes incontrolables que sirven de caldo de cultivo para la generación de nuevas cepas. Es decir, que la inmunización en sólo unos países, mientras que otros cuentan con la mano la disponibilidad camas de terapia intensiva, es ineficiente porque al circular tanto el virus se generan mutaciones que agravan la situación sanitaria.
Ahora bien, ¿qué implican las patentes? En la industria farmacéutica, al igual que en otras industrias, los descubrimientos y desarrollos son patentados de manera tal que no puedan ser fabricados por terceros. Esto permite no sólo tener el monopolio para el desarrollo y la producción de los mismos sino que también les da control de la disponibilidad, distribución y los precios que estos tienen.
De acuerdo a datos provistos por la Organización Mundial de la Salud, a comienzos de febrero, el 75% de las vacunas que se administraron mundialmente se dieron en sólo 10 países y en la actualidad hay más de 130 países que no recibió ni una sola vacuna. Ponerle un fin a esta pandemia requiere una respuesta global que permita una vacunación masiva con el eje puesto en una distribución real y equitativa entre todos los países, sin embargo, el cuentapropismo viene llevando la delantera y los países con mayores recursos tienen reservas de vacunas mayores a las necesarias.
En esta línea, el Jefe de la ONU, António Guterres realizó una crítica a los países desarrollados por haberse stockeado excesivamente de vacunas y exhortó a los mismos a "compartir los medicamentos con el resto del mundo para ayudar a poner fin a la pandemia". Esperar de los principales países del mundo un gesto hacia terceros países sería casi tan utópico como esperar que la pandemia termine en el 2021, sin embargo, bregar por una liberación de patentes para producir las vacunas en más laboratorios resulta más accesible. ¿Ponderar la salud global por sobre el lucro de los gigantes farmacéuticos no sería "salir mejores"?
Las nuevas variantes, algunas de las cuales ya son de circulación comunitaria en nuestro país, contagian en un 1,5% - 2,2% más que la variante original y se estima que, a medida en que la protección de la propiedad intelectual de las vacunas perdure, más y más mutaciones van a surgir y, en consecuencia, más lejos estaríamos de una potencial "normalidad".
Desde la Organización Mundial de la Salud, se elaboró un programa que pretende organizar la distribución de vacunas disponibles de manera equitativa en todos los países del mundo; lo que representa una buena iniciativa pero carece de efectividad. Ese programa de la OMS, COVAX, sigue ceñido al cuello de botella que implica la producción limitada de vacunas por estas empresas farmacéuticas, por ende, la distribución sigue sin ser lo suficientemente rápida como para evitar que el coronavirus siga en expansión.
En este sentido, Mundo Rory Horner, profesor del Instituto de Desarrollo Global de la Universidad de Manchester, dijo a la BBC que lo ideal sería que el mecanismo COVAX no sólo garantice a la OMS acceso a recursos económicos sino también a las dosis, los derechos y acceso prioritario a esas dosis que los países ricos han acaparado.
Pese que los medios de comunicación masivos no cuestionan la existencia de patentes de propiedad intelectual sobre tratamientos y vacunas contra el coronavirus y se quedan meramente en una lectura partidaria en lugar de sanitaria, actualmente existe un movimiento con menos difusión que pretende poner el planteo sobre la mesa y, de esta manera, salvar a millones de vidas, comercios e industrias.
Son varios los países de bajos y medianos ingresos que le piden a la Organización Mundial de Comercio, que rige los acuerdos de propiedad intelectual, que revea la existencia de las patentes en un insumo tan importante a nivel global como es la vacuna. No obstante, los pedidos son rápidamente sofocados con la negativa de las principales potencias, entre las que se incluyen muchos países europeos, Reino Unido, China, Rusia y Estados Unidos.
Estos países ricos, que actualmente monopolizan el conocimiento científico y técnico con el cual se producen las vacunas, alegan que la quita de estas patentes o la suspensión de las mismas implicaría un desincentivo al investigación científica y el desarrollo de medicamentos ya que no podrían tener las ganancias esperadas. Por ende, según estas potencias, en un futuro "nadie va a invertir" en desarrollar medicamentos porque el lucro podría ser fácilmente extinguido por una suspensión de patentes. Además de esta teoría, las farmacéuticas aseguran que la no liberación de patentes impulsa investigaciones alrededor del mundo que pueden servir como conocimiento científico para la elaboración de otras vacunas.
En respuesta a los alegatos de las farmacéuticas, las organizaciones que promueven la liberación de las patentes dialogaron directamente con este supuesto "desincentivo a las investigaciones científicas" asegurando que las empresas farmacéuticas que actualmente tienen el monopolio de lucro y producción de las vacunas recibieron miles de millones de dólares de fondos públicos principalmente del gobierno de Estados Unidos y de Europa.
Y, si bien el financiamiento que realizaron estos gobiernos a las farmacéuticas redundó en una garantía de acceso a contratos para obtener dosis suficientes, el planteo está en que el avance aparentemente gestado por "inversiones a las investigaciones científicas", en realidad, está amparado por inversiones de los gobiernos, por lo que la defensa de la propiedad intelectual de las vacunas está exclusivamente basada en un lucro privado.
La OMS intentó desarrollar un programa para acelerar la producción de vacuna llamado C-TAP el cual comprende un mecanismo global en el que todos los países del mundo comparten de forma voluntaria conocimientos, datos y avances en términos de tecnología para luchar contra la COVID-19. Pero desde su creación en junio del 2020, pese a tener una suscripción de 40 países, prácticamente la fuente comunitaria de conocimientos carece totalmente de contenido.
En la actualidad, son varias las agrupaciones a nivel mundial que se han expresado acerca del elefante en la habitación que implican las patentes. Sin embargo, el movimiento que generan es reducido ya que el lobby farmacéutico opaca toda acción que apunta a la difusión de esta problemática. Una de las organizaciones que hizo uso de su plataforma para debatir y cuestionar la existencia de la propiedad intelectual de las vacunas, en este momento en el cual hay tantas vidas implicadas, fue Médicos Sin Fronteras que puso a disposición una junta de firmas para que particulares suscriban a este pedido de relevancia internacional.
Sin perjuicio de esto, es importante destacar que Reuters aseguró que la Casa Blanca está sopesando la posibilidad de suspender las protecciones de propiedad intelectual para las vacunas y tratamientos de COVID-19. Los progresistas que integran el Capitol Hill pusieron como lema de esta campaña ante una reunión de legisladores "no estamos seguros hasta que el mundo esté seguro". Si bien no se se llegó una decisión final positiva, resulta un avance que en el seno de la Casa Blanca se debata alrededor de ésta cuestión.
Lo cierto es que una situación como ésta requiere una mirada global asentada en una premisa clave: sin la mayor parte de la población mundial vacunada, no existe tal cosa como la inmunidad. Sin la garantía de una distribución equitativa de herramientas médicas y conocimiento científico que le dé prioridad a un aumento de proveedores mundiales de vacunas el único futuro posible es una pandemia permanente.
De la liberación de las patentes y la posibilidad de elaborar dosis masivamente depende que el COVID-19 no se convierta en un virus de circulación permanente como la gripe. Bloomberg precisó que la idea de "volver a una normalidad" es casi improbable dadas las condiciones actuales en las cuales se propicia el lucro que beneficia a una decena de laboratorios a la preservación de una realidad más o menos agradable en la que se puede salir de nuestras casas, vincularse socialmente, comerciar, entre otros sin enfermar.
El "sálvense quien pueda" que están proponiendo los grandes capitales nos aleja de un futuro libre de virus y Bloomberg asegura que nunca se logrará la inmunidad colectiva independientemente de que los países ricos estén vacunados y, por el contrario, la no vacunación rápida, eficiente y equitativa en todo el mundo convertirá al virus en una nueva enfermedad permanente que incluya ciclos interminables de brotes- remisiones, restricciones sociales-relajaciones, cierres-reaperturas una y otra vez. El coronavirus se instalaría en nuestra vida tal como se instaló la gripe luego del brote de influenza 1918, a diferencia de que el COVID-19 tiene un alto índice de mortalidad.
No obstante, al cuestionar la defensa de las propiedades intelectuales de las vacunas en un contexto mundial como el que nos acontece es importante hacerlo sin caer en reduccionismos políticos como los que los discursos polarizantes buscan implantar: no es Alberto Fernández como presidente de uno de 194 países del mundo quien pueda suspender la propiedad intelectual de las vacunas, sino que debe ser un reclamo que se dé a nivel estructural, regional, a través de las principales organizaciones mundiales hasta las principales esferas de poder del mundo.
¿Salir mejores de ésta pandemia no es debatir y cuestionar la existencia de estas patentes que tienen la potencialidad de cambiar el mundo para siempre, ya no sólo diezmando la población mundial sino dándole espacio a que el virus mute y forme parte de nuestro futuro para siempre? ¿Salir mejores no es cuestionar por qué el comercio y la producción está afectado de ésta manera habiendo una solución posible? Salir mejores es cuestionar es replantearnos el presente para construir y defender un futuro posible que nos incluya a todos.
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