El problema no es el Estado
El problema no es el Estado. Es quién lo administra, cómo lo hace y con qué objetivos. La estructura estatal es esencial para la existencia de cualquier país.
Por Jorge Pirotta | 29-11-2024 08:39hs
¿Te imaginas un país sin Estado? ¿Cómo funcionaría? La realidad es que no existe en todo el planeta un solo país que carezca de una estructura estatal.
¿Por qué, entonces, hay quienes proponen abolir el Estado? ¿Por qué culpan al Estado de todos los males de la humanidad? ¿Y cómo surge la corriente que se autodenomina "anarco-capitalista"?
Del anarquismo obrero al anarco-capitalismo
El anarquismo tradicional, nacido en Europa a mediados del siglo XIX durante la Revolución Industrial, buscaba abolir el Estado porque este servía como herramienta para sostener la explotación descontrolada de los trabajadores. En un contexto de ausencia total de derechos laborales, el Estado estaba al servicio de los capitalistas emergentes y reprimía cualquier intento de rebelión.
Con el tiempo, las luchas de los movimientos políticos y sindicales lograron cambiar ese panorama. Aunque el anarquismo perdió fuerza como movimiento político, sus ideales influyeron en la creación de leyes laborales y sistemas de protección social.
Sin embargo, en las últimas décadas, ha resurgido una versión opuesta del anarquismo: el "anarco-capitalismo". En lugar de representar a los sectores populares, este movimiento defiende los intereses de las élites económicas, promoviendo la desaparición o debilitamiento del Estado bajo la premisa de que el mercado debe ser el único regulador de la sociedad.
¿Qué es el anarco-capitalismo y por qué atrae a los jóvenes?
¿Por qué estas ideas han calado, especialmente entre los jóvenes? Una respuesta posible está en el ideal de libertad individual, que el anarco-capitalismo presenta como una solución mágica a los problemas del mundo. Esta corriente promete un sistema donde las personas sean completamente libres de las "ataduras" del Estado, apelando a un concepto simplista de libertad: "hacer lo que quieras sin restricciones".
Para quienes han crecido en contextos de crisis económica, corrupción gubernamental o ineficiencia estatal, esta propuesta resulta seductora. La narrativa del "Estado como enemigo" se refuerza con promesas de prosperidad personal en un mercado libre, donde cada individuo, en teoría, puede alcanzar el éxito si trabaja lo suficiente.
Sin embargo, esta visión idealizada ignora nuestra interdependencia como seres humanos. Al exacerbar el individualismo, olvida que formamos parte de comunidades y de un planeta que requiere cooperación para sobrevivir.
La importancia del equilibrio entre libertad y comunidad
La libertad individual es importante, pero no puede ser absoluta. Vivimos en sociedades interconectadas donde nuestras acciones impactan en los demás. Sin normas que regulen esa interacción, el "derecho" de unos pocos a hacer lo que quieran puede convertirse en la opresión de las mayorías.
- El mito del "hombre autosuficiente": El anarco-capitalismo idealiza al individuo como alguien que puede prosperar por sí solo, olvidando que nadie logra nada sin el apoyo de un entorno social. Desde el acceso a la educación hasta la seguridad, todo depende de estructuras colectivas que el mercado no puede garantizar por sí mismo.
- La importancia del "nosotros": La humanidad ha progresado no por la competencia desenfrenada, sino por la cooperación y la construcción de bienes comunes. Perder de vista esto en nombre de una libertad individual mal entendida es olvidar lo que nos hace humanos.
En un mundo que enfrenta desafíos globales como el cambio climático, las pandemias y la desigualdad, la idea de que el mercado puede sustituir al Estado y resolverlo todo es no solo ingenua, sino peligrosa.
El Estado es indispensable: reflexiones históricas e internacionales
La importancia del Estado ha sido destacada por pensadores de todo el mundo:
- Aristóteles: "El hombre es, por naturaleza, un animal político." La convivencia humana requiere de una estructura organizada que permita la vida en comunidad.
- Franklin D. Roosevelt: "El test de nuestro progreso no es si añadimos más a la abundancia de quienes tienen mucho, sino si proporcionamos suficiente a quienes tienen poco."
- Thomas Hobbes: "Sin el Estado, la vida sería solitaria, pobre, brutal y breve."
Desde una perspectiva latinoamericana, José Martí defendió la necesidad de un Estado comprometido con la justicia y la dignidad humana: "El buen gobierno es la garantía de que la libertad no sea el privilegio de unos pocos."
Por su parte, el español Antonio Machado reflexionó: "La libertad no es posible sin igualdad. Y para lograrla, el Estado debe ser justo."
Ejemplos internacionales:
- Gran Bretaña y el transporte público: La privatización del transporte público en los años 80 resultó en servicios más costosos y de peor calidad, mientras que países como Alemania mantuvieron sistemas ferroviarios bajo control estatal, ofreciendo transporte eficiente y accesible para todos.
- Países nórdicos: En Suecia, la educación gratuita y un sistema universal de salud han garantizado igualdad de oportunidades, demostrando que un Estado fuerte no limita la libertad, sino que la amplía.
Conclusión: El verdadero desafío
El problema no es el Estado, sino cómo lo gestionamos. La abolición del Estado es una fantasía peligrosa, pero su transformación es una necesidad urgente.
El atractivo del anarco-capitalismo radica en su promesa de libertad absoluta, pero esta idea simplifica y distorsiona la realidad. La verdadera libertad no es posible sin justicia, igualdad de oportunidades y un sistema que garantice los derechos de todos, no solo de unos pocos.
Queremos un Estado al servicio de la gente, controlado por la ciudadanía y apoyado en la tecnología. Esto no solo es posible, sino indispensable para garantizar una vida digna y democrática.
Queremos un Estado que sea verdaderamente del pueblo y para el pueblo. Un Estado que no se convierta en una estructura burocrática distante, sino que esté vivo en cada rincón de nuestra sociedad. Un Estado que exprese el amor por la gente, la confianza en el futuro y la defensa de quienes trabajan y producen. Un Estado que, lejos de imponer, inspire, construya y acompañe, porque la democracia no es solo un sistema, es una forma de vivir juntos, con justicia, solidaridad y esperanza.
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