El talón de Aquiles de Biden para liderar la lucha contra el cambio climático
La realización de la Cumbre del Día de la Tierra, realizada este jueves y viernes, fue un lanzamiento del liderazgo internacional estadounidense en materia de lucha contra el cambio climático. Sin embargo, el trumpismo y la polarización representan desafíos internos que que minan la capacidad de liderazgo de Biden de esa agenda.
Por Ignacio Lautaro Pirotta | 24-04-2021 12:50hs
La lucha contra el cambio climático tuvo una enorme victoria en noviembre pasado, cuando el entonces presidente Donald Trump fue derrotado en las elecciones de Estados Unidos. De la mano de Joseph Biden, la principal potencia mundial se encamina a hacer de esta una de sus principales agendas, tanto internamente como en el plano internacional. Atrás quedó el negacionismo de Trump, quien entre otras cosas abandonó intempestivamente el Acuerdo de París, firmado en 2016 y donde se establecen metas bastante conservadoras en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). La cumbre virtual con Jefes de Estado realizada este jueves y viernes, en ocasión del Día de la Tierra, fue una iniciativa del Gobierno estadounidense para precisamente comenzar a posicionarse como el líder en el plano internacional en materia de lucha contra el cambio climático. El objetivo de reunir a los principales líderes mundiales y a aquellos de cuyos países son los que más emiten GEI ,y obtener de estos un compromiso de reducción de emisiones, fue logrado. No obstante, el liderazgo estadounidense en la agenda climática tiene un escollo importante. No pasa por la resistencia de las principales potencias, sino por las resistencias internas en el propio país, concretamente del trumpismo, el que detenta un nivel de adhesión importante y del que nadie puede garantizar que no retorne en las próximas elecciones.
Una de las bases de la estabilidad de las políticas en Estados Unidos pasa por losconsensos bipartidistas, es decir, el acuerdo de los dos principales partidos (Republicanos y Demócratas) en torno a la orientación que deben seguir las mismas. Así, un consenso bastante extendido durante décadas fue la política exterior guiada por los principios de defensa de la democracia y los derechos humanos. Hoy, otro consenso bipartidista en materia de política exterior es el diagnóstico de que China representa una amenaza para la hegemonía estadounidense. Otro consenso intacto es el de la política hacia Cuba, que si bien puede tener diferencias en cuanto a la estrategia de mayor enfrentamiento o diálogo, en líneas generales se mantiene la misma política de sanciones y apoyos a los opositores al régimen.
El triunfo de Trump en 2016 significó una ruptura con mucho de lo que era habitual en la política de aquel país y en la internacional. La negación de que el cambio climático al que estamos asistiendo sea fruto del accionar humano fue una constante en Trump, ya desde antes de la campaña electoral. Durante su presidencia, Estados Unidos prácticamente abandonó las instancias multilaterales de negociación y se inclinó a ejercer su política exterior a partir del bilateralismo y las amenazas y recompensas basadas en su posición de poder. A pesar de que fue derrotado en las elecciones por un margen de más de 7 millones de votos populares y por 74 votos en el Colegio Electoral, es decir, una diferencia relativamente buena en favor de Biden, y si bien el rechazo a su figura es mayoritario, lo cierto es que está lejos de poder decirse que Trump tiene su carrera política terminada. Más allá de su edad, y de si quiere o puede disputar las elecciones nuevamente, el trumpismo como movimiento en la sociedad es bastante amplio y vigoroso.
Una encuesta realizada en febrero por la cadena de noticias CNBC muestra que el 54% de los estadounidenses desea que Trump se retire totalmente de la política. Si se tratase de un sistema electoral directo (como el argentino) esto sería suficiente para pensar que difícilmente pueda tener chances electorales. Como ya es sabido, el sistema de elección indirecta de Estados Unidos -mediante el Colegio Electoral- hace posible que un candidato gane incluso obteniendo menos votos populares que su rival, tal como sucedió con Trump en 2016 y con Bush en el 2000. La misma encuesta de CNBC muestra que el 48% de los republicanos (el partido al que él pertenece) desean que Trump continúe al frente del partido. Por consiguiente, la interna republicana, donde, a grosso modo, se enfrentan el trumpismo y el viejo establishment del partido, está completamente abierta. Por tratarse de un sistema bipartidario y por la característica del voto indirecto, no puede descartarse que Trump o alguien apoyado por él sea protagonista de las próximas elecciones presidenciales. Por consiguiente, eso representa una amenaza para la agenda climática.
Frente a este panorama, la capacidad de Estados Unidos para posicionarse como líder de dicha agenda y obtener compromisos reales de parte de los demás países tiene su talón de Aquiles en la alta polarización interna y la fuerza del trumpismo. Si nada garantiza que Trump regrese al poder y los esfuerzos de reconversión a energías limpias sean detenidos ¿hasta dónde pueden obtenerse compromisos a largo plazo de parte de los países en vías de desarrollo o subdesarrollados? No puede perderse de vista que la transición energética requiere financiamiento y pérdida de capacidades existentes, cuando no directamente desincentivar el desarrollo industrial. Por último, tampoco puede perderse de vista el hecho de que si Estados Unidos hace de la agenda climática una punta de lanza de su política exterior, no será -al menos no únicamente- por el altruismo de la causa y la conciencia del riesgo que supone el cambio climático. Estados Unidos vinculará la agenda climática a otros intereses, pudiendo incluso invertir la ecuación: poner la cuestión climática al servicio de la prosecución de objetivos geopolíticos. Así sucedió con la democracia y los derechos humanos, por más positivos y altruistas que fueran en sí mismos esos valores, y así sucederá con la agenda climática.
Seguí leyendo: ¿Y si solo nos quedara un rato más en el planeta?