Fuego: ¿problema policial o manejo?
El fuego, presente en nuestro territorio desde siempre, puede originarse a causas naturales como rayos pero casi siempre coincide con momentos de sequía y altos volúmenes de biomasa.
Por Gerardo Gallo Candolo | 16-08-2020 11:00hs
“La quemazones (…) hacemos galopar los caballos hasta llegar a la entrada de un monte virgen. Desde allí miramos atrás para dominar la llanura que nos rodea. En eso echamos de ver en el horizonte una faja de humo negro que parece adelantar hacia nosotros con notable rapidez. De vez en cuando, entre esa barra compacta que avanza, se abren algunos boquetes que arrojan llamas rojas y amarillas. Es una ‘quemazón’ o incendio de campos. El espectáculo se hace cada vez más grandioso. La llanura queda pronto convertida en un mar candente donde el viento lleva y trae las olas de fuego. Por instantes, desplazándose con movimientos de marea, las llamas retroceden dejando ver el suelo ennegrecido, veteado a trechos de gris y blanco por la naturaleza del terreno. Enseguida los pastos abrasados vuelven a recubrir el suelo al soplo del viento y las llamas voltejean caprichosamente, saltando de un matorral a otro. (…) Vueltos a casa, podemos divisar desde la azotea los resplandores de la quemazón entre las tinieblas de la noche. Nos dormimos dando gracias a la Providencia por habernos resguardado de tantos peligros”.
Este relato pertenece a Lina Beck, esposa de Charles Bernard, fundador de las ciudades santafecinas de San Jerónimo y San Carlos, relatando lo acontecido en un paseo por el Río Salado y luego desde la azotea hogareña ubicada en la ciudad de Santa Fe. La autora residió en nuestro país entre 1857 y 1862. Es una de las tantas citas bibliográficas y testimonios que hablan de la certeza de que el fuego ha sido un fenómeno común en la Argentina durante los siglos XIX y XX. Evidencias de su presencia en el siglo XVIII se encuentran científicamente en los anillos de crecimiento de centenarios arboles argentinos y demuestra que es un fenómeno que siempre formó parte del ecosistema.
El fuego, presente en nuestro territorio desde siempre, puede originarse a causas naturales como rayos (en gran parte de Argentina este fenómeno tiene estadísticamente valores altos), pero casi siempre coincide con momentos de sequía y altos volúmenes de biomasa (pajonales o madera). Esto afirma que su control incumbe principalmente a los Ingenieros Agrónomos, quienes son los que mejor conocen el ciclo de fotosíntesis (creación de biomasa), consumo por los animales (para producir carne o leche), o acumulación por falta de consumo o controles parciales, que es lo que ocurre en estos últimos tiempos en las Islas del Delta por no haber ganado.
Culpar a los ganaderos no solo es una irresponsabilidad mayúscula, también demuestra un grave desconocimiento del fenómeno, sobre todo cuando proviene de altos funcionarios. Pero este no es solo un problema exclusivo de nuestro país sino que es un fenómeno mundial; porque mientras la inversión en prevención del fuego cuesta 1 dólar, el control cuesta a los estados 50 veces más, pero la visualización social (mediática) influye en las decisiones políticas de tal manera que los políticos prefieren mostrar ante las cámaras aviones hidrantes, topadoras, motobombas y hablando con el humo de telón de fondo, que invertir en conocimiento.
Un error conceptual es definir la prevención como sinónimo de “evitar el fuego”, cuando lo correcto es controlarlo con planes de manejo. Al ser el fuego parte del ecosistema y manejo de biomasa esta área debería depender del Ministerio de Agricultura, en las cuales se deberían desempeñan los especialistas en estas cuestiones.
Otro fenómeno que no es privativo de Argentina es que estos inconvenientes tienen mayor visualización mediática en la interfase urbano-rural. El hombre escapando de los centros poblados en su afán de acercarse a la naturaleza, construye en áreas boscosas y con vegetación natural, donde la acumulación de biomasa a través de los años va sumando potencial combustible para el fuego.
Los incendios de estos últimos meses en gran parte central del país se deben no solo a las condiciones climáticas expuestas, sino también a causas que permiten acumular biomasa seca, como la menor presencia de animales pastoreando (o abandono de esos campos por falta de inversión con el consiguiente acumulación de pajonales), a la falta de cuidado del material seco y abundante de banquinas, y en los últimos años se suman los campos agrícolas en siembra directa, que por la acumulación de rastrojos en superficie son materiales posible de ignición.
Para empezar a resolver un problema primero hay que identificarlo. Hoy se pueden adoptar nuevas tecnologías para anticiparnos al fuego como las observaciones satelitales y programas específicos para su detección, pero el conocimiento siempre es anterior a las herramientas.
El autor de la nota agradece al Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santiago del Estero por la didáctica reunión de intercambio “Fuegos de vegetación ¿Problema Policial o Socio-Ecológico?”, y a sus disertantes, Dres. Carlos Kunst y Guillermo Defossé por los conocimientos vertidos en la misma.
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