Huella de Carbono

Ganadería intensiva o extensiva, esa es la cuestión

La actividad ganadera es considerada una de las mayores emisoras de gases de efecto invernadero y su influencia en el cambio climático se encuentra en permanente discusión. Un estudio realizado por el INTA, el INTI y la empresa Tigonbú demostró que la combinación de ambos sistemas ganaderos mejora los niveles registrados por estudios internacionales.

Por Pamela Portigliatti | 22-08-2021 02:30hs

De acuerdo a un estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la empresa ganadera Tigonbú, la producción de carne argentina genera emisiones por debajo de valores internacionales. Esto se traduce en una ventaja para una de las actividades agropecuarias más extendidas en el país, pero también una de las más cuestionadas a nivel mundial por la responsabilidad que se le atribuye respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

Con el objetivo puesto en la sostenibilidad de la actividad en el tiempo, especialistas y técnicos de estas instituciones analizaron la huella de carbono de la ganadería para transparentar el impacto de los sistemas productivos, pero también para detectar oportunidades de mejora de la eficiencia, para ser posteriormente optimizadas.

Las emisiones de GEI de la carne bovina son menores cuando se producen combinando ambos sistemas: pastoril con intensiva.

En la búsqueda de conservar y mejorar el capital natural, minimizando los riesgos del sistema, la investigación analizó los efectos de los sistemas mixtos de producción de carne en la zona semiárida central de la Argentina. Para tal fin, el estudio se enfocó en un sistema con cría a campo en pasturas naturales e implantadas y recría más engorde en feedlot para tres categorías de animales: macho liviano, hembra y macho pesado. Los resultados demostraron que las emisiones de GEI de la carne bovina son menores cuando se producen combinando ambos sistemas: pastoril con intensiva.

La comparación de las tres categorías expuso que son las hembras las que generan mayor huella ambiental. Para alcanzar el mismo peso de venta que los machos, estas requieren más días de recría y engorde, lo que implica mayor cantidad de alimento y más días emitiendo metano (CH4).

Respecto a los principales puntos críticos de la cadena (aquellos aspectos de la producción que más impactan en el medioambiente), Rodolfo Bongiovanni, especialista en análisis de huellas ambientales del INTA Manfredi, mencionó a la producción primaria, la gestión del estiércol y la producción de los alimentos de la recría y el engorde. Acerca del primer punto explicó que es la cadena de abasto alimentaria la que “representa entre el 62 % y el 64 % del impacto total” en la emisión de metano “por fermentación entérica”. Además, de acuerdo a las categorías estudiadas aclaró que “aparecen con mayor valor las emisiones de la vaca madre, seguidas de las emisiones del propio animal de engorde y finalmente el aporte del toro, que es mínimo”.

En tanto, las emisiones derivadas de la gestión del estiércol, ocupan el segundo lugar generando emisiones de metano y óxido nitroso que representan el 11 % y el 15 % del impacto total. El especialista indicó que estos valores se dan en la etapa de la recría, debido a la utilización de lagunas anaeróbicas. “En este punto se podría mejorar el manejo a través de técnicas que reduzcan dichas emisiones, como la integración de las excretas junto con las del feedlot, que tienen como destino el biodigestor”, aclaró Bongiovanni.

Al respecto Leticia Tuninetti, especialista en análisis de ciclo de vida del INTI y autora junto a Bongiovanni del estudio, destacó que en el sistema de cría intensiva prácticamente no hay emisiones por gestión del estiércol “ya que las excretas se utilizan como insumo”. “Tanto el consumo de subproductos de baja huella de carbono, provenientes de la destilería de etanol, como la ausencia de emisiones por manejo de efluentes durante la etapa de engorde, explican la menor huella de carbono comparativa de este sistema productivo y refuerza los objetivos de la economía circular”, aclaró.

“En tercer orden de importancia aparecen las emisiones en la producción de los alimentos de la recría y el engorde (maíz grano, burlanda y maíz picado ensilado), que suman entre un 12 % y un 15 % del total”, comentó Tuninetti, dejando en cuarto lugar a las pasturas implantadas “que representan un 4 % debido a que implican uso de insumos, como agroquímicos y combustibles”. Si bien la investigadora remarcó que las actividades agrícola y ganadera no están exceptuadas de emitir GEI, sugirió que “pueden disminuirlas con un manejo sustentable de las dietas”.

La autora reparó en que “si bien los valores encontrados en este trabajo son similares a los valores internacionales publicados por algunas bases de datos para la producción de carne en feedlot, siguiendo los mismos métodos y protocolos adoptados internacionalmente, los resultados están considerablemente por debajo de los estudios que muestran resultados para producción de carne en sistemas extensivos a campo”. Esta diferencia es atribuida a la “alimentación a base de granos, silo de maíz y burlanda, que tienen factores de emisión de metano inferiores a animales alimentados con pasturas”, según Bongiovanni, utilizada en la recría a corral y el engorde en feedlot.

En coincidencia con lo mencionado por su par del INTI, Bongiovanni informó que comprobaron que las emisiones generadas por el alimento burlanda y la vinaza son bajas ya que se trata de subproductos de la producción de etanol. “Tanto el consumo de subproductos de baja huella de carbono, provenientes de la destilería de etanol, como la ausencia de emisiones por manejo de efluentes durante la etapa de engorde, explican la menor huella de carbono comparativa de este sistema productivo y refuerza los objetivos de la economía circular”.

Por último, Tuninetti manifestó que para el cultivo de maíz, principal alimento para el ganado criado en feedlot, también es posible trabajar en la reducción del impacto ambiental mejorando las técnicas agrícolas “con dosis variables de fertilizantes y agroquímicos, fertilización en tiempo óptimo, riego complementario, mantenimiento preventivo de la maquinaria y eficiencia en el uso de combustibles”.

 

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