Imprime tu propia comida
Por Patricio Detto | 18-04-2020 12:00hs
Llegás a tu casa del trabajo, tarde, cansado, no sabes qué comer, entonces decidís imprimirte un rico plato de pastas a la bolognesa mientras te bañás. Parece ciencia ficción, pero no estamos muy lejos de que se haga realidad. Las impresoras 3D de comidas ya están en el mercado y pueden imprimir una amplia variedad de platos. Las empresas que las fabrican y comercializan sólo tienen un último desafío a resolver: que además de imprimir también cocinen el alimento.
Cuando se habla de impresión 3D parece que se hiciera referencia a un desarrollo nuevo ya que su masificación y popularidad no tiene más de 15 años. Sin embargo, es una tecnología del siglo pasado. La primera patente de una impresora de este tipo data del año 1984. Y la primera impresora comercial, desarrollada en conjunto entre el MIT y la compañía 3D Systems, es del año 1987.
Aunque la impresión de piezas en el sector industrial, prótesis o elaborar las figuras más diversas para decoración ya tiene un largo tiempo en el mercado. Y ya son un dispositivo de uso hogareño en casi todas partes del mundo. Por el lado de la comida fue en 2007 cuando investigadores de la Universidad de Cornell, en colaboración con el French Culinary Institute de Manhattan, modificaron la primera impresora 3D para trabajar con comida, imprimiendo galletas, queso o purés con las formas deseadas.
Una impresora 3D funciona básicamente superponiendo finas capas del material seleccionado una sobre otra creando un objeto con volumen. La materia prima se encuentra colocada en unos cartuchos, como si fueran los de tinta, y el cabezal de la máquina se encarga de crear la forma diseñada. En el caso de la comida es igual, similar al uso de una manga de repostería. El plus que se tiene al utilizar una impresora de este tipo en la cocina es el de lograr crear platos con formas personalizadas de manera mucho más ágil, rápida y estandarizada. Por ejemplo, la empresa Nestlé está trabajando con la posibilidad de enviar pizzas o pastas con formas escogidas a demanda por los consumidores. Aún lo habitual es que se empleen ingredientes cremosos y no duros, como chocolate, crema de queso, pasta, helado, mermelada, mostaza o crema de maní. Un desafío de la industria es ampliar el espectro de alimentos a imprimir.
La verdadera revolución de la impresión 3D de comida reside traspasar una última barrera: la posibilidad de imprimir platos completos, que la máquina pueda incluso cocinar.
Actualmente las impresoras pueden crear platos, pero no cocinarlos. Hasta ahora solo se imprimen las partes de un plato, el desafío es imprimirlo completo y que la máquina también funcione como dispositivo de cocción. Es decir, crear una comida completa, como si recién saliera de una cocina tradicional. Hoy se necesita terminar el plato en el horno, en la sartén o en la olla. Los fundadores de Natural Machines, creadores de la impresora de alimentos Foodini, Emilio Sepulveda y Lynette Kucsma, están enfocados en esa evolución: “Nuestra ambición como empresa es sustituir al microondas”.
Natural Machines ya trabaja con prototipos que integran la impresión 3D de los alimentos con su cocción. Esto permitiría cargar la máquina con los ingredientes necesarios, seleccionar un plato en cuestión y esperar que la cena esté servida.
Pero ¿cómo cocinar un plato de ravioles dentro de una impresora? Muy sencillo: un láser. O, mejor dicho, dos láseres diferentes. Las pruebas ya están muy avanzadas y se centran en los láseres azules e infrarrojos. “Mientras que el láser azul causa una cocción generalizada, el láser infrarrojo se centra en la cocción de la superficie, en combinación, estos dos podrían producir un resultado perfecto”, aseguran desde la empresa Creatives Machines.
La otra gran puerta que abre este desarrollo es la de mejorar la calidad nutritiva de lo que se consume. Lynette Kucsma, CMO de Natural Machines, pone como ejemplo su experiencia personal utilizando la Foodini. “La gente volverá a estar más interesada en lo que come exactamente”, explica. Y agrega: “He tenido experiencias bastante positivas, especialmente con mis hijos al tener la Foodini en casa. Mientras que las espinacas normales se comen a regañadientes, son mucho más atractivas para los niños en forma de pequeños dinosaurios. A pesar de que sabían lo que estaban comiendo, la espinaca se consumió rápidamente”.
La fabricación aditiva ofrece la posibilidad de utilizar otras fuentes de proteínas: los insectos.
Además de la ventaja de poder cubrir las necesidades nutricionales con mayor eficiencia y poder planificar mejor las dietas, la fabricación aditiva ofrece la posibilidad de utilizar otras fuentes de proteínas: los insectos. La investigación sobre este recurso nutricional está muy avanzada y la impresión 3D le sumaría la estética y el sabor que reclama un ojo alimenticio occidental.
Equipos de investigación de la empresa IKEA ya han hablado del futuro de la comida con impresión 3D de insectos. Otra propuesta es la de la diseñadora Susana Soares con su proyecto “Insects au Gratin”. Con éste busca reducir el consumo de carne. Como sustituto, utiliza insectos que generalmente son rechazados en el mundo occidental. “Los insectos son más respetuosos con el medio ambiente porque producen menos metano y usan menos agua”, explica. Y agrega que “con la ayuda de la impresión 3D, este portador de proteínas inicialmente poco apetecible puede más fácilmente ser utilizado y aceptado. Los insectos adquieren una forma más atractiva con la ayuda de las nuevas tecnologías”.
Lo que resta ahora es poder masificar aún más estos dispositivos y reducir los precios, hacerlos más accesibles para el mercado no solamente latino sino también mundial. Una impresora Foodini hoy tiene un costo de u$s 4.000, a los que se deben sumar algunos accesorios que nunca están demás en cualquier cocina