La leyenda del Almendro
Este árbol se ha asociado particularmente con el renacimiento de la naturaleza y la esperanza eterna, dando lugar a mitos vinculados a su florecimiento temprano.
Por Redacción El Agrario | 02-04-2023 12:10hs
El almendro es un árbol frutal cuya semilla, escondida en el corazón de su fruto, es la almendra, uno de los frutos secos más populares del mundo. Se denomina Prunus dulcis (syn. Prunus amygdalus) y es de la familia de las rosáceas. En nuestro país hay variedades de floración temprana (agosto) o floraciones tardías (septiembre). Las flores son blancas o rosadas.
Este bello árbol existe desde la antigüedad en Grecia, es por ello que en torno a él se crearon distintas leyendas, pues la mitología busca explicar los orígenes del mundo, así como desentrañar las emociones de las personas. Este árbol se ha asociado particularmente con el renacimiento de la naturaleza y la esperanza eterna, dando lugar a mitos vinculados a su florecimiento temprano. Estos relatos, originalmente transmitidos por tradición oral, ejercieron y ejercen una profunda influencia sobre la cultura, el arte y literatura, conformando también nuestra identidad. A continuación una de las leyendas sobre el almendro más conocidas.
Filis y Demofonte
Según el mito, Demofonte, hijo del legendario héroe Teseo, participó en la Guerra de Troya junto con su hermano Acamante. En su viaje de regreso a Atenas, hizo una parada en Tracia (en el norte de Grecia) donde conoció a Filis, hija del rey Sitón. Los dos jóvenes se enamoraron profundamente y se casaron, pero pronto Demofonte tuvo que reanudar su viaje a Atenas, donde le esperaba su padre Teseo. Filis accedió a dejarlo ir, sin embargo, le hizo prometer que pronto regresaría por ella.
Demofonte llegó a Atenas, pero estuvo allí más tiempo del esperado. Filis triste y decepcionada se cuelga de un árbol y muere. La diosa Atenea se compadece y la convierte en un almendro florido. Al enterarse de la tragedia, Demofonte, acongojado, se apresura a volver y se acerca al árbol. En ese momento Filis le perdona y se encarna sólo por unos instantes para abrazarlo. La escena está bellamente representada en el cuadro “El árbol del perdón”, de Edward Burne-Jones (1882).