La mujer que cambió la historia
Por Natalia Sánchez Jauregui (*)
Por Redacción El Agrario | 06-05-2023 09:23hs
Hoy se cumplen 104 años del nacimiento en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, de Eva María Duarte, mujer y luchadora extraordinaria, que perdura en el corazón del Pueblo como “EVITA”. Odiada y denostada hasta el cansancio y la brutalidad por los poderosos, pero amada profundamente por sus descamisados, quienes continúan llevando su nombre como bandera a la victoria.
El destino la llevó a conocer al coronel Juan Perón, porque son las circunstancias las que eligen a las personas; habiendo sido ambos señalados para confluir en la lucha por la libertad del Pueblo, aquella que permite al obrero y su familia recuperar dignidad y ejercer derechos, largamente merecidos.
Como compañera primero y como esposa del presidente, luego; debió cumplir tareas diplomáticas y de figuración que la ponían de mal humor, pero que jamás lograron apartarla de su íntima vocación: ser garante de los anhelos de los desposeídos ante el hombre dispuesto a ofrendar honra y vida para verlos realizados: Perón.
Nacida en un hogar sumamente humilde, hija de un hombre rico que tardó en reconocerla, supo desde muy chica lo que era la humillación de la pobreza, el doloroso sentimiento de no tener un futuro cierto.
Por eso, rompiendo todos los moldes que la época asignara para la esposa de presidente de la Nación, salió a la calle para abrazar al Pueblo y sus carencias, fundiéndose con él hasta su instante final. Ella se transformó en el brazo ejecutor de la política de Justicia Social del Presidente Perón.
Una muestra de esa mezcla de sentimientos que le provocaban tan distintas tareas son sus propias palabras:
“Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales e intelectuales que me visitan suelen llamarme `Señora`; y algunos incluso me dicen públicamente `Excelentísima` o `Dignísima Señora` y, aun a veces, `Señora presidenta`”. “Ellos no ven en mí más que a Eva Perón”. “Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como Evita”. “Nadie sino el pueblo me llama Evita”. “Solamente aprendieron a llamarme así los descamisados”.
Evita demostró una fuerza incontenible y una convicción suprema para luchar por aquello que consideraba justo. “Donde hay una necesidad nace un derecho”, solía afirmar.
Ella logró abrir las puertas de la participación política a la mujer, con la sanción del voto femenino en 1947 y con la creación del Partido Peronista Femenino en 1949. En lo social, merece recordarse también la creación de la Fundación que llevaría su nombre y que se financiaría con los aportes de los trabajadores organizados, con el objetivo de cubrir necesidades urgentes. “Sangra tanto el corazón del que pide, que hay que correr y dar, sin esperar” era su justificación.
Desde que me inicié en el camino de la lucha política y sindical, aprendí que la mejor manera de rendirle homenaje a Evita era intentar seguir su camino, su dirección: hacer todo lo que esté a mi alcance para mejorar las condiciones de vida de los más humildes, de los que más necesitan, de los que piden sin pedir, los que solo esperan que algún día se haga realidad la justicia social para todos los trabajadores y las trabajadoras.
En su magistral obra “Conducción Política”, Perón afirmaba que “la conducción es un arte, simple y todo de ejecución”. Y agregaba: “es un arte simple, y todo de ejecución; si ... para algunos. Es un arte simple y todo de ejecución como son todas las artes. Pero hay una interpretación aún de esa fórmula simple de la conducción, y que es casi intuitiva. Por eso yo tengo un poco de fe en que las mujeres capacitadas para esto pueden llegar a grandes destinos, porque en ellas se ha observado más profundamente guardada la intuición, y ese sentido de la conducción tiene mucho de intuición.”
Como en tantos temas, Perón fue un adelantado a su época. Él visualizó el rol protagónico que podían tener las mujeres en la política y le dio a Evita todas las herramientas para ejecutar acciones concretas de solidaridad, de organización y de lucha.
Afirmo que Evita es la mujer más trascendente de nuestra historia no solo por lo que hizo en su cortísima pero intensa vida, sino por su legado, por su ejemplo que supera incluso las propias barreras partidarias.
Pero es inescindible Evita de Perón. Ella misma lo decía, podía hacer todo lo que hacía porque estaba Perón detrás respaldándola. Muchas veces nos preguntamos qué hubiera pasado en la Argentina si Evita no nos hubiera dejado a tan temprana edad.
En la obra que ya mencioné, Perón insistía en que había que reemplazar las viejas formas de hacer política, el caudillismo, el sectarismo y todas las mentiras y trampas de los partidos “liberales” por una nueva forma de conducción: la Doctrina.
“La doctrina no es una regla fija para nadie– explicaba –Es, en cambio, una gran orientación, con principios; con principios que se cumplen siempre de distinta manera. No se está atado a nada fijo, pero sí se tiene la orientación espiritual para resolverse, en todas las ocasiones, dentro de una misma dirección, pero en un inmenso campo de acción para la ejecución”.
Para conducir hay que adoctrinar, esa es la gran conclusión a mi entender. No se conduce políticamente mandando, se conduce enseñando, esclareciendo, capacitando, yendo al fondo de las cuestiones cruciales.
No sé si Cristina Fernández de Kirchner va a ser candidata a presidente, aunque considero que es la mejor candidata para ejercer la primera magistratura que puede ofrecer el Peronismo.
Pero lo que sí sé, porque se comprueba a diario, es que Cristina tiene las condiciones de conducción de las que hablaba Perón. La charla que pudimos presenciar días pasados en el Teatro Argentino de La Plata es una clarísima demostración de lo que estoy afirmando.
Tal vez Cristina, en función ejecutiva, baje órdenes a sus funcionarios. Finalmente es lo que se espera de un mandatario, que sepa dar órdenes y que estas se cumplan.
Pero Cristina siempre le habla a la Militancia, siempre busca esclarecer, se introduce en temas áridos y los explica con sencillez, didácticamente. Por eso creo que su influencia en la sociedad, y especialmente en las jóvenes generaciones, no tiene límites y perdurará a través del tiempo.
A Cristina también, como a Evita, la odian y la denostan los poderosos. La inhabilitaron en un juicio amañado y descalificado académicamente por juristas radicales, la insultan habitualmente en los medios representantes del poder económico concentrado y hasta la quisieron asesinar.
No hay casualidades, hay coherencia en los enemigos de la Patria. Cuando se supo que Evita estaba enferma, manos al servicio del mismo poder antinacional pintaron paredes de la ciudad de Buenos Aires con la leyenda "Viva el Cáncer".
Odio, odio al pueblo y odio a quien lucha y defiende los intereses nacionales y de los más humildes. Esa es la respuesta antidemocrática y antinacional de los serviles sin patria ni bandera.
Sé que hay miles de jóvenes y adolescentes que van a votar este año y que tal vez se sientan atraídos por los cantos de sirena “antisistema” de algún liberal trasnochado. Vivo en la Argentina, estoy con gente todo el tiempo.
Pero también veo la efervescencia que generan las palabras, los llamamientos de CRISTINA, en la juventud cuyo corazón se conmueve por el mensaje peronista de una Patria Justa, Libre y Soberana. Y creo que ella, con su inteligencia, con su fuerza y su coraje cívico, adoctrinando a la Militancia, le rinde todos los días el mejor homenaje posible a “la abanderada de los humildes”, la eterna “EVITA”.
(*) Natalia Sánchez Jauregui es dirigente de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) y Diputada Provincial del Frente de Todos en Buenos Aires.