La tecnología de procesos es clave en el manejo de la soja
Investigaciones del INTA Oliveros detallan las diferentes variables y fases de la leguminosa, en los que la fecha de siembra, el grupo de madurez, los cultivos de cobertura y la nutrición del suelo son factores cruciales para proyectar el rendimiento del cultivo.
Por Gabriela Simonotti | 31-08-2021 11:00hs
Las decisiones de manejo son las que más impactan en el cultivo de soja. Las rotaciones, la fertilidad del sistema y el conocimiento del ambiente son los aspectos que definen el potencial del lote y marcan la pauta para la elección del cultivar y la fecha de siembra. Fernando Salvagiotti, investigador de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) Oliveros del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en declaraciones para La Nación Campo dijo que: “El monocultivo de soja ha disminuido en los últimos años en favor del maíz. El productor ahora tiene opciones. Hace seis o siete años atrás hacer un cultivo de soja no era riesgoso. Hoy, con el impacto de las malezas resistentes hay que pensarlo bien. Pero planificar el sistema de producción hace que los riesgos sean menores. A la soja hay que pensarla como un actor más del sistema y no en la individualidad”.
La EEA INTA Oliveros, que depende del Centro Regional Santa Fe, organiza su labor a través de dos áreas: Investigación en Producción Vegetal y Desarrollo Rural. Esta unidad, ubicada en el sur de la mencionada provincia, genera conocimiento científico, realiza experimentación y trabaja en transferencia y desarrollo. Su actividad abarca diversos núcleos temáticos vinculados a los sistemas de producción preponderantes en la región para el sector agroalimentario nacional, como es la siembra y cosecha de la soja.
El especialista del INTA sostuvo que siempre que se planifica el cultivo de soja hay que ver cómo se inserta en el sistema de producción. Una variable a analizar es si va a lotes con mayor o menor potencial de producción. Los de mayor potencial son los lotes bien rotados. La rotación de cultivos consiste en alternar plantas de diferentes familias y con necesidades nutritivas diferentes en un mismo lugar, durante distintos ciclos, evitando que el suelo se agote y que las enfermedades que afectan a un tipo de plantas se perpetúen en un tiempo determinado.
Las primeras decisiones a tomar son la fecha de siembra y el grupo de madurez, los dos factores de manejo que más definen la proyección de rendimiento. Salvagiotti ejemplificó que en zonas como el sur de Santa Fe, en ambientes con presencia de napas y buenas condiciones, tal vez se piensa en grupos cortos, cuatro, sembrando hacia fines de octubre. Pero en ambientes más inestables, con más limitaciones vinculadas al agua, se puede ir hacia fechas de noviembre, con grupos de madurez un poco más largos.
Los grupos de madurez son la forma de definir el tipo y velocidad de crecimiento que va a tener un cultivo de soja. Se definen en forma numérica desde el número 2 al número 8. A medida que aumenta el número, también aumentan el tiempo necesario para que dicho cultivar de soja crezca, desarrolle ramas, flores, llene los granos y esté listo para cosechar. Es decir, un cultivar de grupo de madurez 5 requiere más tiempo para su desarrollo que un cultivar de grupo de madurez 3,5. Los grupos de madurez no son algo estrictamente discreto, existen y se comercializan variedades con grupos de madurez 4,2 o 4,5, 5,5 etc. La elección del grupo de madurez depende del ambiente en el cual se va a desarrollar el cultivo.
La nutrición es otro de los temas clave. Salvagiotti explicó que: “Nuestros suelos son deficientes en nitrógeno, por lo que hay que garantizarse una buena nodulación (proceso biológico de formación de nódulos radiculares en la simbiosis entre microorganismos fijadores de nitrógeno atmosférico y ciertas especies vegetales) con la inoculación (introducción de una sustancia en un organismo) de nutrientes. Después hay respuesta al fósforo, más aún, cuando son suelos de hasta 12ppm (partes por millón, es una unidad de medida con la que se mide la concentración de una determinada sustancia, agente, etc. que hay por cada millón de unidades del conjunto)”. Y agregó que: “Corregir esos niveles es importante. El azufre también es un nutriente al que la soja responde, especialmente en lotes degradados, con baja materia orgánica”.
Frente a un escenario de escaso aporte hídrico, el análisis pasa por los niveles de napa, que claramente van a definir el nacimiento. Luego el eje es ver dónde poner el período crítico del cultivo, a partir de R3 (un indicador de estado reproductivo), en etapas de menor demanda. “Sobre la base de la fecha de siembra y el grupo de madurez tal vez se puede recostar el período crítico más hacia finales del mes de enero, hablando de la región central pampeana, pero esto depende de las zonas”, dijo el técnico de INTA Oliveros.
Los ocho estados reproductivos (R) están agrupados de a 2 en 4 etapas:
- Floración, R1 y R2
- Formación de vainas, R3 y R4
- Crecimiento de la semilla o llenado de granos, R5 y R6
- Madurez, R7 y R8
Los 2 estados correspondientes a cada una de las etapas, indican el inicio y la plenitud de cada una de ellas. La tercera etapa reproductiva (crecimiento de la semilla o llenado de granos), es la más larga e importante porque durante esta etapa se determina la mayor parte del rendimiento y coincide con el período más crítico del cultivo, en especial durante la primera mitad de la misma. El crecimiento vegetativo y la producción de nudos continúan a través de algunos estados R, comprendiendo los estados V hasta alcanzar el número final de nudos.
El especialista aclaró que otro punto a tomar en cuenta para el aporte hídrico son las lluvias, que se pueden predecir de acuerdo a las estaciones y realizando predicciones con los datos de años anteriores. Ejemplificó que, sin embargo, a pesar de las previsiones meteorológicas, el año pasado, en el mes de febrero, cuando se esperaban altas precipitaciones, los niveles de lluvias estuvieron por debajo de los históricos. “Si se ven las series históricas de los últimos 20 años, lo que ocurrió tenía una baja probabilidad de ocurrencia”, apuntó el especialista del INTA.
“En agosto ya deberíamos tener un barbecho (técnica de la agricultura por la cual la tierra de cultivo se deja sin sembrar durante uno o varios ciclos vegetativos) bien realizado”, dijo Salvagiotti. Y acotó que los cultivos de cobertura están ayudando a mejorar las condiciones del suelo y también a manejar las malezas, pero claramente deben ser bien manejados cuando se trata de optimizar la disponibilidad de agua.
El investigador del INTA dijo que: “Desde hace cinco años a esta parte han crecido mucho. En la región núcleo central, un 10% de la superficie tendría algún cultivo de cobertura”. “En ese caso, la decisión es cuándo secarlo para pasar a la soja. Ahí, otra vez, el tema es la ocurrencia de lluvias y con cuánta agua va a quedar el perfil” continuó.
Se le llama cultivo de cobertura a la siembra, permanente o esporádica, de cualquier tipo de vegetal que se utilice para preservar las características del suelo protegiendo su estructura, manteniendo su humedad, aportando nutrientes y materia orgánica para promover la actividad biológica del mismo y que se mantenga fértil durante todo el año. En general, se los utiliza entre una cosecha y otra para evitar que el suelo quede desnudo y desprotegido frente a agentes físicos como el agua de lluvia y el viento y también para mantener la estructura y actividad del suelo. En el sur de Santa Fe, los cultivos de cobertura más sembrados son: trigo pan, avena, vicia, avena más vicia, y un tratamiento control (sin cultivos de cobertura) con barbecho químico.
Aproximadamente el 30% de la soja que se cosecha es de segunda. En ese caso, Salvagiotti resaltó la alta dependencia que tiene de las precipitaciones que ocurran en noviembre. En todos los casos, la clave es ir analizando los pronósticos de lluvia y tener en cuenta que el 80% de la variabilidad de los rendimientos de la soja se explica por la elección de la variedad y la fecha de siembra. El investigador del INTA concluyó que: “A la soja hay que pensarla con tecnologías de procesos”.
Se denomina soja de segunda fecha de siembra a los cultivares de soja que son sembrados a partir, generalmente precedidos por un cultivo invernal, en la mayoría de los casos por trigo, a diferencia de la soja de primera normalmente sembrada en octubre-noviembre y cosechada en marzo-mayo. Las razones de realizar soja de segunda fecha de siembra es que permite obtener dos cosechas en una misma unidad de superficie en un mismo año. A su vez. distribuye en mayor cantidad de días las labores de siembra. Si toda la superficie se dedicase a soja de primera, las labores de siembra se acumularían en octubre y noviembre. En cambio de esta forma se destinan labores al mes de diciembre y principios de enero.
Fuentes: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Syngenta Argentina y Ratto Hnos. S.A.
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