Difícil, hasta algo increíble podríamos decir, ver el Santuario de San Cayetano sin sus feligreses que cada año visitan la parroquia de la calle Cuzco, en el barrio de Liniers.  Por primera vez, en 150 años, hay ceremonias con participación de manera remota en el Santuario del patrono del Pan y del Trabajo, para evitar aglomeraciones que puedan generar contagios masivos debido al coronavirus.

En este escenario impuesto por la pandemia, el Cardenal Mario Aurelio Poli, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, presidió la misa principal, que fue televisada y que también llegó a todos los hogares de manera virtual.

En primer lugar, agradeció la solidaridad de aquellas personas que donaron víveres y abrigos para los más necesitados. “Los devotos de San Cayetano sabemos que el Santo sabe presentar a Dios, todas nuestras necesidades, que siempre son escuchadas”.  Con un tono tranquilo y pausado, pero con firmeza, el Cardenal Poli se refirió a “la gran vergüenza que nos humilla y que no podemos dejar pasar con indiferencia, puesto que tenemos la responsabilidad como adultos que somos: más de 7 millones de niños y niñas son pobres”.

En la fiesta del Santo, hizo referencia a su canonización en 1671 como el “Santo de la Providencia” y “Santo del Pan y el Trabajo”, quien está cerca de todos, especialmente de los más pobres, a quienes enseño a confiar en Dios.

En otro momento de su homilía, el Cardenal invitó a cada uno de los que siguieron la misa “a levantar sus manos”. Bendijo especialmente a todos los trabajadores sin excepción, a los que realizan “un trabajo honesto”, quienes trabajan en oficinas, talleres, trabajadores del campo, y muy especialmente se dirigió a los trabajadores de la salud, quienes están realizando una labor agotadora en este tiempo de pandemia en hospitales, sanatorios, atendiendo todo tipo de afecciones, “merecen todo nuestro respeto”, expresó.

La familia también recibió el mensaje de la iglesia cuando el Arzobispo hizo referencia a la convivencia exigente impuesta por la cuarentena, “la familia es una pequeña iglesia doméstica, con paciencia y consuelo, fruto de la paz”.

Para finalizar, en el momento de la bendición con la reliquia del santo, momento donde muchos agradecen por sus trabajos y otros rezan por conseguir otro, puesto que están desocupados, se refirió a San Cayetano como “este es el que ama a sus hermanos el que ama mucho a su pueblo”.

En otro contexto, claro está, el 7 de agosto de 1981 el movimiento obrero argentino protagonizó la primer movilización popular en contra de la dictadura militar que sufrió el país entre los años 1976-1983. Convocados por la CGT Brasil, que estaba al mando de Saúl Ubaldini, marcharon desde el estadio de Vélez Sársfield hasta la Iglesia de San Cayetano, donde se congregaron unas 10.000 personas para asistir a una misa al aire libre.  La consigna que llevó como bandera la movilización fue “Paz, pan y trabajo”, en claro repudio a las medidas antidemocráticas y en perjuicio de los trabajadores, tomadas por el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” desde 1976.

Pasaron 38 años y este lema sigue vigente.  En nuestro país hoy, tenemos un gobierno democrático, afortunadamente el escenario político es distinto, pero algunos reclamos, siguen siendo los mismos, como aquel lema.  En este 2020, sin gente en la calle por la cuarentena impuesta por la pandemia, pero con la misma necesidad de encontrar trabajo, de no perder el que tienen, y con niños y niñas cada vez más pobres. Una deuda aún pendiente.

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