La escarapela es un símbolo patrio que nos une como pueblo, puesto que al usarla nos sentimos representados unos en otros, tomando conciencia de que más allá de las diferencias nos une el sentimiento y el sueño de una Argentina grande.

Sobre el origen de los colores de la Escarapela Nacional y la Bandera Argentina hay diversas teorías, todas ellas complementarias:

Según el Ministerio de Educación, sus colores blanco y celeste fueron adoptados por primera vez durante las invasiones inglesas (1806-1807), por el primer cuerpo de milicia del Rio de la plata y luego empezaron a popularizarse entre los nativos.

También se dice que primeramente la escarapela argentina fue utilizada por un grupo de damas de Buenos Aires que se presentaron ante el Coronel Cornelio Saavedra, el entonces jefe de regimiento de los Patricios, el 19 de mayo de 1810. Y es por ello que en el calendario escolar de 1951 se fijó dicha fecha como “Día de la Escarapela”.

Más allá de las diferencias nos une el sentimiento y el sueño de una Argentina grande.

El 18 de febrero de 1812, a pedido de Manuel Belgrano, el Primer Triunvirato instituyó la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con los colores blanco y azul celeste. El origen de los colores y las razones por el cual fueron elegidos aún no se pueden establecer con precisión. Sin embargo, lo primordial no es determinar el origen, si no, saber transmitir el uso de este símbolo patrio por amor a este suelo.

El 18 de mayo de 1935, fue instituido como el Día de la escarapela por el Consejo Nacional de Educación. Pero su uso extendido en el pueblo, hace suponer, que el acto del Consejo consistió en una legitimación del símbolo que la sociedad ya había elegido como propios, como manera de demostración del deseo en común de construir nuestra gran Nación desde el lugar que a cada uno nos corresponda.

Esta es la única manera de honrar nuestra historia, nuestra patria, nuestros próceres y a las futuras generaciones de argentinos