¿Quién es Rodolfo Kusch, el filósofo que recomienda el Papa Francisco?
Se trata de un pensador que rescata la antropología filosófica americana, de la América profunda y originaria, absolutamente olvidado y negado en la academia hasta hace pocos años.
Por Redacción El Agrario | 01-07-2022 03:39hs
Por Hernán Brienza.
Dueño de una filosofía para América del Sur, Rodolfo Kusch, el filósofo que recomendó el Papa Francisco en su entrevista con Télam, fue un buceador en la antropología filosófica americana, de la América profunda y originaria, reformulador del existencialismo heideggeriano en un "estar siendo" que define la posición situada del ser en nuestro espacio cultural, un pensador que revalorizó el concepto de "lo barbárico" para comprender el continente, que descubrió el "hedor" de lo popular como forma de reconocer una identidad y una idiosincrasia e hizo germinar una metafísica de la liberación frente a los designios de una epistemología occidental esmerilada.
Profundo investigador de lo religioso y lo mítico como fundante de un pueblo y su forma de construirse a sí mismo, Kusch, un hombre descendiente de alemanes, dejó todo para ir a vivir al pueblo de Maimará, en la puna jujeña.
No en vano lo nombra el Papa. Se trata de un pensador absolutamente olvidado y negado de los escaparates académicos hasta hace pocos años, de un hombre que durante toda su vida había intentado pensar una síntesis, una mixtura entre las ideas del Occidente tradicional y la América originaria.
¿Pero quién es exactamente Rodolfo Kusch, un filósofo prácticamente desconocido para la mayoría de los argentinos pero que, sin embargo, en los círculos americanistas es uno de los pensadores más respetados de la segunda mitad del siglo XX?
Nacido el 25 de junio de 1922, hijo único del matrimonio de alemanes formado Ricardo Carlos u Elsa María Dorotea Tschunke, Günter Rodolfo –así firmó algunos de sus primeros escritos- tuvo una infancia marcada por el cimbronazo que significó perder a su padre a los cuatro años y verse obligado a pasar de un buen pasar económico a las penurias de ver a su madre viuda trabajar para "parar la olla".
Su instrucción primaria la hizo en el Cangallo Schule y el secundario en el Colegio Nacional número 6 Manuel Belgrano. Y luego ingresó en la Universidad de Buenos Aires, en la facultad de Filosofía y Letras, de donde egresó con el título de profesor de Filosofía en 1948.
Por aquellos años, Kusch participó de las movidas académicas destinadas a fijar las experiencias nacionales y populares en las tradiciones del pensamiento formulado en las aulas. Y en forma paralela llevó adelante su trabajo como sociólogo y antropólogo en la Dirección de Psicología Educacional y Orientación Profesional del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires.
Estos fueron los años de formación de Kusch, de un hombre que poco a poco se iba encontrando con su camino intelectual, con el descubrimiento más importante que iba a hacer en su vida: el de la América profunda.
A mediados de la década del cincuenta, mientras intentaban borrar al gobierno peronista a bombazos y fusilamientos, Kusch viaja al norte del país, a las provincias de Salta y Jujuy y descubre una realidad absolutamente ajena a su germanizada inmigrada: la verdad mágica de los Pueblos Originarios.
Porque este pensador fue de lo micro a lo macro, de lo cercano a lo lejano: de estudiar al hombre de barrio al porteño, del campesino al indígena y cuando descubrió la cultura kolla encontró el propio sentido a su vida: sintetizar la tradición del pensamiento occidental y el de los pueblos indígenas. Porque eso hace justamente, no analiza en forma separada, no desmenuza, no desintegra ni excluye. El suyo es un pensamiento integrador que pone en función las dos cosmovisiones.
Además de filósofo, de sociólogo, de antropólogo, Kusch fue docente secundario y universitario –en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano, la Universidad de San Andrés, en Bolivia, las Nacionales de Buenos Aires Cuyo y de Salta- y escribió las obras de teatro "Tango", "Credo rante", "La leyenda de Juan Moreira, "La muerte del Chacho" y "Cafetín". Pero su obra más importante son los libros de ensayos filosóficos como "La seducción de la barbarie: análisis herético de un continente mestizo" (1953), "América profunda" (1962), "Indios, porteños y dioses (1966) , "De la mala vida porteña" (1966), "El pensamiento indígena y popular en América" (1971), "La negación en el pensamiento popular" (1975), "Geocultura del hombre americano" (1976) y "Esbozo de una antropología filosófica americana" (1978), reunidos por primera vez en 2007 por la editorial Fundación Ross, de Rosario.
La característica principal de sus trabajos es la búsqueda del magma de la cultura popular latinoamericana, desentrañar la cosmovisión, la cosmogonía de los pueblos originarios y devolverles su identidad y su dignidad frente a otros saberes como el de la racionalidad europea.
"La obra de Kusch –sostiene Carlos Martínez Sarasola en su trabajo "La América profunda de Rodolfo Kusch"- es el esfuerzo de un original filósofo-antropólogo por contactar con la esencia de América. Esa esencia que el define como el hedor americano, en una actitud desafiante hacia los prejuicios de ciertos sectores de nuestra sociedad que ven en las raíces americanas algo nauseabundo. Kusch rastrea en el sentido positivo de ese presunto hedor por oposición a la pulcritud ficticia del hombre urbano".
El pensamiento kuschiano zigzaguea entonces entre Martin Heidegger, Claude Lévi-Strauss, Carl Gustav Jung y el mexicano Miguel León Portilla, especialista en filosofía nahuatl, al chileno Félix Schwartzmann o a las fuentes todavía más antiguas como el cronista indio Juan Santa Cruz Pachacuti, de las inmediaciones del Cuzco y sabio conocedor de la cosmovisión incaica.
Kusch plantea entonces que lo americano no es un hecho fatal sino una "decisión cultural" por lo americano. Y uno de los ejes de su filosofía americanas es juego de palabras existencialistas entre el "ser" europeo y el "estar siendo" americano, es una oposición entre la necesidad occidental y burguesa de "ser alguien" y el mero "estar entre", vínculo que obviamente tiene diferentes consecuencias vivenciales, sociales, económicas y de relación con la naturaleza.
"Él vinculaba al sistema productivo incaico con la idea de una auténtica economía de amparo. El hombre occidental soluciona sus males trabajando sobre la realidad exterior, por el lado de afuera. Por el contrario, el indígena está incluido en la totalidad del universo y cualquier desajuste debe ser restaurado con el equilibrio interno de esa totalidad, a través del ritual", explica Martínez Sarasola.
Convencido de que un país es una "labor interior", decidió cumplir con su palabra empeñada y vivir en las provincias andinas hasta el final de sus días.
Cercano al peronismo –al que le reconoció su raigambre popular y americanista-, tras el golpe de Estado de 1976 se refugió en un pueblo Maimará, a 80 kilómetros de San Salvador de Jujuy. Apenas, tres años después –el 30 de septiembre de 1979- falleció tras varios meses de pelear contra la enfermedad que lo venció finalmente.
A poco más de 30 años de su muerte, Kusch es todavía un desconocido, no un maldito, sino un pensador ninguneado por las tradiciones académicas. Su pensamiento transgresor, lleno de diagonales entre las distintas culturas, su descubrimiento de la América profunda –cuando el pensamiento indigenista estaba aún en ciernes- y su amor por las manifestaciones populares en un sentido profundamente existencial lo colocan en un lugar de referencia para todos aquellos que quieran dejar de ignorar al continente.
Porque es justamente eso: una puerta de entrada a la filosofía de la América andina.
Fuente: Télam