Transparencia Internacional: Un ranking anticorrupción con sus claroscuros
El ranking de percepción de corrupción elaborado por Transparencia Internacional no es una herramienta que sirva para conocer lo que sucede en cada país y el mundo, y sí para instalar la problemática en la agenda, con fuertemente sesgada y con utilidad política.
Por Ignacio Lautaro Pirotta | 29-01-2022 12:00hs
Como suele suceder todos los años, la Organización No Gubernamental (ONG) Transparencia Internacional dio a conocer su ranking global sobre percepción de corrupción en el ámbito público y abundaron los titulares, comentarios, discusiones sobre el asunto y cuestionamientos al propio ranking.
El combate a la corrupción no debe ser subestimado, no solo por su evidente importancia ética, sino porque se trata además de un fenómeno que afecta a la calidad democrática y tiene incidencia en el desempeño de las economías y desarrollo de los países.
Dicho esto, el ranking de percepción de corrupción elaborado por Transparencia Internacional tiene algunos puntos débiles importantes. En realidad, más que un verdadero ranking orientado a tener un conocimiento respecto a lo que sucede en cada país y en el mundo con la corrupción, es una herramienta que sirve para poner en la agenda pública la problemática de la corrupción, para darle visibilidad a la propia ONG Transparencia Internacional y que, por su sesgo, termina siendo una herramienta con una utilidad política, intencionalmente o no.
La problemática de la corrupción es compleja y tiene una serie de dificultades para su investigación. La más importante es que se trata de actividades ilícitas, por lo tanto desconocidas por quienes no están implicados. Saber cual es el nivel de corrupción en un país determinado y compararlo con otros resulta bastante difícil, sino imposible.
El ranking en cuestión se encarga de medir la “percepción” de corrupción en de los países y ordenarlos de acuerdo al puntaje que reciben. De allí que una primeraaclaración necesariadel ranking es que no está midiendo la corrupción, sino la percepción de sobre el nivel de la misma. Este punto no es ocultado por la ONG, pero contradictoriamente al mismo tiempo insiste en que refleja los “niveles de corrupción”, generando confusión.
Por la caracteristica ya mencionada del fenómeno, a menudo la percepción de corrupción aumenta cuando los delitos se hacen públicos -frecuentemente gracias al periodismo-, es decir, cuando esa corrupción deja de tener lugar, precisamente por haber sido "descubierta". La diferencia entre corrupción y "percepción de corrupción" puede ser enorme.
Más que un ranking orientado a tener un conocimiento respecto a lo que sucede en cada país y en el mundo con la corrupción, es una herramienta que sirve para poner en la agenda pública la problemática, darle visibilidad a la propia ONG y que, por su sesgo, termina siendo una herramienta con una utilidad política.
En segundo lugar, tal vez el punto más objetable del ranking es que se basa en un puñado reducido de informes elaborados por periodistas, expertos en la problemática y empresarios. Según el director de Poder Ciudadano (la ONG asociada a Transparencia Internacional en Argentina), Pablo Secchi, en entrevista a Ámbito Financiero, los consultados "con Macri veían que se estaba trabajando contra la corrupción, con Alberto lo que ven son los idas y vueltas con el tema de la Justicia; en especial durante el segundo semestre con la Reforma Judicial y el Ministerio Público Fiscal”.
Un panorama bastante superficial e impreciso, pero además, al mismo tiempo que Secchi se anima a decir qué perciben los consultados, el director de Poder Ciudadano - ONG que hace algunos años estaba dirigida por la macrista Laura Alonso- manifestó no tener conocimiento de a quiénes se había consultado en el caso argentino.
Según el sitio web de Transparencia Internacional, los consultados para el ranking son “expertos y hombres de negocios”, y el mismo se orienta a su percepción respecto a la corrupción en el ámbito público. Así, de alguna manera, la consulta excluye a los empresarios del fenómeno de la corrupción, aún cuando en muchas oportunidades pueden ser partícipes. El ranking centra su atención en la visión que estos tienen de los funcionarios y agentes estatales.
Por consiguiente, el relevamiento de Transparencia Internacional tiene un fuerte sesgo, una mirada muy específica de esos grupos, sean empresarios, periodistas o expertos. Lejos está de representar la percepción que tiene la sociedad de lo que sucede en su propio país.
Ese sesgo también termina relacionándose con lo que cada uno entiende por corrupción y donde pone el foco de atención. Por ejemplo, un ciudadano de a pie puede percibir la corrupción en su trato con la policía, un empresario de la construcción en los funcionarios de turno y los funcionarios de turno a su vez podrían percibir la corrupción en las presiones de distinto tipo provenientes del sector privado.
La definición de qué es corrupción y qué no en realidad puede ser más amplia de lo que se piensa. Por ejemplo, puede ir desde el pago de una coima hasta un salvataje al sistema financiero sin ningún tipo de exigencia en contrapartida (y al mismo tiempo que las personas pierden sus hogares), como sucedió en Estados Unidos con la crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008. No todos perciben la corrupción de la misma forma, de allí que el sesgo del ranking termina siendo trascendental.
Los avances más importantes en materia de lucha contra la corrupción y en el establecimiento de la problemática en la agenda pública sucedieron durante la década de los noventa. Para el politólogo Iván Krastev, el consenso dominante instaurado desde aquel entonces respecto al tema tiene una visión economicista. Además, todo el proceso de avance de la agenda anticorrupción fue de la mano del Consenso de Washington y con la perspectiva de que a mayor tamaño del Estado, mayores posibilidades de corrupción. Sin desdeñar los avances y la importancia de la agenda anticorrupción lograda desde esa perspectiva, es también importante tener en consideración este sesgo aún frecuente.
Las limitaciones del ranking quedan expuestas al compararlo con otro informe que realiza la misma Transparencia Internacional. El Barómetro Global de la Corrupción es una encuesta a la sociedad en general en la que se consulta si en el último año han pagado al menos una coima para acceder a servicios públicos. Argentina aparece, como es frecuente en esa encuesta, con uno de los mejores resultados de la región, incluso significativamente mejor que Chile, país que en el ranking aparece siempre mucho mejor posicionado. Es decir, cuando se consulta a los ciudadanos, los resultados son muy diferentes. Curiosamente, Estados Unidos y varios países de Europa no están incluidos en esta encuesta, y sí en el ranking, donde aparecen con muy buenos desempeños.
En la última publicación, de 2017, fueron encuestados para el Barómetro 162.136 adultos en 119 países, entre marzo de 2014 hasta enero 2017, lo que da un promedio de 1300 entrevistados por país, cifra aceptable, aunque tampoco hay mayores precisiones sobre la metodología. En tanto el ranking anticorrupción representa la opinión de periodistas y expertos, el Barómetro pretende ser representativo de las experiencias de la sociedad. Se trata de mediciones diferentes, con objetivos diferentes. Pero mientras que el ranking sale todos los años y tiene gran impacto, el Barómetro lo hace cada cuatro o cinco años, sin el mismo nivel de difusión e impacto en la discusión pública.
El periodismo en general cumple una misión fundamental en el combate a la corrupción por medio de sus investigaciones y la libertad de prensa. La elaboración del ranking, no obstante, no garantiza la neutralidad de los periodistas y medios de comunicación. Esto se hace mucho más importante en el escenario actual de “partidización” del periodismo y el abandono de las buenas prácticas periodísticas. No se trata de pretender “objetividad”, ya que es posible que esta no exista, al fin y al cabo todos tienen sus propias opiniones y cada palabra utilizada en el texto periodístico tiene su propia carga que ayuda a formar los juicios del lector. Pero parte del periodismo actual ha abandonado cualquier intento de equilibrio, y en ocasiones es abiertamente partidario ¿Qué garantiza que la mejora en la percepción de corrupción durante los años de Mauricio Macri no tenga que ver en realidad con la visión partidizada del puñado de informes elaborados por periodistas, especialistas y empresarios?
Las debilidades del ranking son importantes, pero más importante aún es la distancia que se produce entre el poco valor real del mismo por causa de esas debilidades y la importancia que se le atribuye en la discusión pública como medida de la calidad de las instituciones públicas. La visión sesgada y la debilidad metodológica del ranking terminan siendo contraproducentes para la siempre necesaria agenda anticorrupción. El ranking de Transparencia Internacional termina convirtiéndose en una herramienta de utilidad política y, paradójicamente, con poca transparencia