60 AÑOS SIN FELIPE VALLESE

“Un grito que estremece...”

En estos últimos días, se están cumpliendo 60 años de la desaparición, tortura y muerte del compañero Felipe Vallese, primer dirigente gremial secuestrado y desaparecido por el poder dictatorial. Tenía solo 22 años. ¿Cuál fue su supuesto crimen? Ser peronista y dirigente gremial. ¿Quién lo juzgó? ¿Con qué legitimidad? El castigo ya lo mencioné. Los responsables nunca aparecieron con nitidez, aunque se conocen las circunstancias.

Por Jorge Pirotta | 01-09-2022 03:26hs

Lo que sigue, en este recuerdo del martirio del compañero Vallese, está basado en la nota de mi autoría que gentilmente publicó el año pasado la revista NOTICIAS GREMIALES, a quienes agradezco de corazón que me autoricen a utilizar este texto, ya que ya le pertenece a ese medio amigo.

“¡Soltáme hijo de puta!” Grita un joven que se aferra con todas sus fuerzas a un árbol en la vereda de la calle Canalejas frente al 1776, en la ciudad de Buenos Aires. Lo sujetan con violencia varios hombres armados:“¡Cerrá la boca peronacho! ¡Ya vas a ver la que te espera, zurdito!” Los hombres logran vencer la resistencia del joven, lo introducen en un auto y se alejan a toda velocidad del lugar.

Yo me imagino así el terrible momento que vivió Felipe Vallese, la noche del 23 de agosto de 1962 cuando un piquete policial se lo llevó para siempre. Vallese era delegado de los trabajadores de la fábrica metalúrgica TEA, sita en Caracas al 900, en el barrio porteño de Flores. Trabajaba en el turno nocturno en el cuidado y mantenimiento de las maquinarias. Era hombre de familia, a sus 22 años ya tenía un hijo, quien lleva su nombre.

Los pocos testigos que se animaron a hablar en aquel entonces dijeron que se lo llevó la policía.

Felipe Vallese era miembro de la Unión Obrera Metalúrgica y de la Juventud Peronista. Participaba activamente de la Resistencia Peronista, desigual pelea que daban los gremios y los grupos de militantes peronistas contra los sucesivos gobiernos que vinieron a partir del golpe de estado de 1955 que derrocó al General Perón de la Presidencia de la Nación.

El “crimen” de Vallese fue ser electo varias veces delegado por sus compañeros de trabajo, ser peronista y dirigente sindical, su delito fue enfrentar a los gobiernos dictatoriales y, como miles y miles de compañeras y compañeros, luchar para el regreso al país del General Perón.

El presidente de la Nación, en los días del secuestro de Vallese, era un títere de los jefes militares de esa época. Se llamaba José María Guido. Una “pinturita” de la república que se perdió a partir de la Revolución Fusiladora (1955/1958). Guido asumió luego del derrocamiento del presidente Arturo Frondizi producido en marzo de ese fatídico año 1962 por fuerzas militares. Inmediatamente fue condicionado por los jefes de las fuerzas armadas; canceló las sesiones del Congreso de la Nación y ejecutó fielmente todo lo que le exigieron los militares mandantes.

Una de esas exigencias tenía que ver con lo que consideraban la “lucha contra la subversión”, es decir, lo que para ellos era el Peronismo, amparándose en la ideología impuesta desde los Estados Unidos conocida como la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, por la cual, Guerra Fría mediante, todo aquel que no compartía o adoraba la política norteamericana era colocado en el bando “comunista” o lisa y llanamente “subversivo”, y por lo tanto se justificaba plenamente su eliminación.

“¡Un grito que estremece, Vallese no aparece!”

El secuestro de Felipe Vallese generó una enorme conmoción social y su aparición con vida fue consigna de un sinnúmero de organizaciones populares. En cada protesta se imponía el canto: “¡Un grito que estremece, Vallese no aparece!”

Minutos después del secuestro de Vallese, su domicilio de Morales 628 se vio invadido también por hombres armados, quienes detuvieron a su esposa, Elvia de la Peña, un matrimonio que también vivía allí, Agustín Adaro y Mercedes Cerviño y el hermano del obrero secuestrado, Italo Vallese. También estaban en la casa, como asombrados testigos de esa violencia, Felipe Vallese (hijo), de 3 años, y dos niñas de 8 y 10 años, hijas del matrimonio que también cayó en la redada.

Todos fueron secuestrados y terminaron en poder de la policía de San Martín. Allí fueron torturados, “cumpliendo directivas de la superioridad para la prevención y represión de actividades subversivas y disolventes” bajo el mando del comisario Juan Fiorillo.

Fuentes policiales afirmaron que esa intervención fue para “averiguar el paradero de Alberto ‘Pocho’ Rearte, amigo y compañero de militancia de Vallese, a quien se consideraba implicado en el asesinato de dos policías ocurrido en un oscuro episodio que nunca se aclaró.

Frente a los reclamos de la UOM y la trascendencia que tomaba el dramático hecho, la policía de San Martín asumió que había efectuado las detenciones, pero las dio como realizadas el 3 de setiembre, bajo los cargos de que Vallese poseía panfletos y libros de propaganda peronista, armas de fuego y una chaqueta del ejército.

Frente al escándalo que fue in crescendo, la Justicia comenzó a moverse y dos jueces descubrieron la farsa, declararon nulas las acusaciones y liberaron a todos los detenidos, menos a Felipe Vallese.

Los distintos investigadores que pudieron desentrañar parte de la madeja de mentiras y ocultamientos alrededor de este hecho, permitieron establecer que Vallese estuvo primero alojado en la comisaría 1ª de San Martín y que después pasó al destacamento policial de José Ingenieros, en donde fue torturado y vejado. Luego, lo trasladaron a la comisaría de Villa Lynch. Pero ahí se pierden los rastros. Se supone que Felipe murió en una de las sesiones de tortura y que su cuerpo fue enterrado en un lugar que no se pudo determinar nunca.

Felipe Vallese no fue el primer trabajador asesinado. Lamentablemente tampoco fue el último. Pero su nombre se transformó en el símbolo de una juventud que enfrentó con coraje y decisión a un régimen que sometía a nuestra sociedad y que se apoyaba en el uso implacable de la fuerza y en la ausencia total de respeto por los más mínimos y elementales derechos humanos.

Considero imprescindible decir que, a lo largo de la historia, cuando “las papas queman” para el poder, aparece un perverso sistema represor del campo popular y defensor de los privilegios de unos pocos. Un sistema que se mantiene a través del tiempo, cambiando de ejecutores, un sistema que no muestra la cara, que no tiene ropaje, casi sin voz, pero que se hace presente cada vez que los poderosos sienten que sus intereses corren peligro. Cuando eso pasa, se desata la furia. Ahí ya no hay límites, solo objetivos: poner fin al “peligro”. Así pasó en la “Semana Trágica” de 1919, en la “Patagonia Rebelde” de 1920/21, en los bombardeos a la Plaza de Mayo en 1955, en los fusilamientos de José León Suárez en 1956, en los años negros de la dictadura genocida de 1976/1983, y hasta en la “crisis” de 2001.

Felipe Vallese fue víctima de esa perversidad represora. En homenaje a él, un artículo de los compañeros de la UOM, publicado hace un tiempo se planteaba: “¿Puede un hombre desaparecer? No en el recuerdo de la gente. Hoy los metalúrgicos honramos su memoria con profundo dolor”.

Y está bien ese sentimiento. Pero pienso que el dolor nos tiene que hacer más fuertes, más solidarios entre nosotros. Debemos unirnos más los que compartimos la misma causa, la causa del pueblo. Porque tenemos el convencimiento de que la verdad terminará prevaleciendo y ese convencimiento nos debe dar el temple para encarar nuestras luchas con alegría, con pasión, con patriotismo.

Dios quiera que tengamos la sabiduría y la fortaleza que nos permitan dar batallas por la Justicia Social sin que se derrame nunca más una sola gota de sangre de argentinos. Y que la memoria no claudique y nos haga aprender de los momentos dramáticos de nuestra historia, para construir un país de todos y para todos

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