ANÁLISIS INTERNACIONAL

¿Vacunas a cambio de centrales nucleares?

La vinculación entre la venta de vacunas desde Rusia y la instalación de una central nuclear de ese país en nuestro territorio luce a primera vista forzada y en todo caso beneficiosa para la Argentina. No obstante, deben considerarse los riesgos de esa forma de energía y el control que el Estado argentino tendría sobre las centrales.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 19-06-2021 10:00hs

La pandemia ha sacudido el tablero de la política internacional. El peso que se le ha dado a la llamada diplomacia sanitaria en 2020, y a la diplomacia de las vacunas en 2021, da cuenta de ello. China, Estados Unidos, Rusia y la India son los principales actores que han jugado esas cartas. Tal forma de diplomacia opera fundamentalmente en la imagen que los países en cuestión proyectan al proveer distintos bienes como son las vacunas, y durante 2020 también otro tipo de insumos, desde barbijos hasta respiradores. Pero para otros, la diplomacia de las vacunas consiste en ofrecer esos bienes a cambio de algo. El supuesto vínculo entre vacunas y la intención de Rusia de instalar una o dos centrales nucleares en nuestro país, que expuso el periodista Jorge Lanata el fin de semana pasado, iría en el sentido de esta segunda forma de entender tal diplomacia.

La idea de que existen condicionamientos para la provisión de las vacunas por parte de China y Rusia ha sido sistemáticamente sostenida por Juan González, el responsable del Hemisferio Occidental en la Casa Blanca, es decir el principal asesor de Biden sobre nuestra región. La diferencia es que González utiliza el término “mercantilismo”, lo cual parece más apropiado. Así lo hizo en su gira regional en el mes de abril, que incluyó a la Argentina. “Rusia y China hacen mercantilismo con sus vacunas”, repitió como un mantra en los diferentes países de su visita, y se encargó de puntualizar que su país se convertiría en líder en la provisión de vacunas sin pedir nada a cambio.

La estrategia de Estados Unidos en relación a las vacunas fue diametralmente opuesta a la de China y Rusia, que fueron exportadores de vacunas en simultáneo con el avance de la inmunización de su propia población. El país presidido por Joe Biden, en cambio, avanzó con su propia población para luego, con más del 50% inmunizado, comenzar la exportación de vacunas (incluyendo los lotes producidos en conjunto entre Argentina y México, que fueron retenidos varias semanas en suelo estadounidense). Ese fuerte contraste de estrategias se da en el marco de una disputa global entre China y Estados Unidos, que tiene a nuestra región como uno de los principales continentes en disputa. Las fuertes inversiones de China en las últimas décadas se han metido en lo que otrora fuera denominado “el patio trasero” de Estados Unidos.  

Así las cosas, la disputa por la influencia en nuestra región en la actual coyuntura pandémica es una de las más encendidas. A la disputa regional de China y Estados Unidos -las dos potencias de un mundo cada vez más bipolar- se le suman, muy atrás, Rusia. No obstante, la vinculación del proyecto de Rusia de instalar una central nuclear en nuestro país (sería la tercera, contando con Atucha I y II) con la provisión de vacunas, como si fuese un toma y daca, es un tanto forzada. Según esa hipótesis Rusia no solo le vendería vacunas a la Argentina en un contexto internacional de escasez de las mismas, sino que también realizaría una importante inversión en la infraestructura energética del país. A esto hay que agregarle que tal inversión en energía es una necesidad para la Argentina, y que esta tampoco parece tener capacidad de realizarla. En principio, parece un ofrecimiento con el que nuestro país saldría ganando. 

No obstante, hay dos objeciones importantes que se pueden realizar. En primer lugar es si se trata o no de la mejor forma de producir energía. Las centrales nucleares tienen un gran punto en contra que es la generación de residuos radiactivos que deben ser enterrados a profundidad y siguiendo determinados cuidados. También existe la posibilidad de accidentes. Chernobyl, en 1986, y Fukushima, en 2011, son casos emblemáticos. De allí la mala prensa que tiene esa forma de generación de energía. Pero además de los posibles accidentes, los desechos radiactivos enterrados generan importantes interrogantes sobre qué sucederá con ellos a futuro. El accidente de Fukushima, Japón, muestra que por más consolidada que actualmente esté la energía nuclear (a diferencia de los 70’s y 80’s, cuando se produjeron más accidentes), siempre hay lugar para lo imprevisto o bien los desastres naturales, como fue el tsunami en aquella ocasión.

La segunda objeción es la idea mostrada en el informe de PPT del domingo pasado, de que supuestamente Argentina tendría poco control sobre la o las centrales nucleares instaladas por Rusia. Según Daniel Cameron, exsecretario de Energía entre 2003 y 2014, nuestro país se limitaría a comprar la energía producida por la central, la cual sería total responsabilidad de Rusia. Sin embargo, el mismo Cameron sostiene en el informe que el acuerdo está firmado desde 2008 y que se ha avanzado en la concreción del proyecto en la medida de las circunstancias y la situación de cada país. “Se pasó por un Gobierno diferente y hoy el acuerdo que está vigente es el que se firmó en 2008”, sostuvo Cameron, en alusión al gobierno de Mauricio Macri.

Los argumentos en favor y en contra de la energía nuclear, así como la supuesta intención de que Argentina tenga poco control sobre la central tienen que ser sopesados y, sobre todo, esclarecidos. Tampoco pueden perderse de vista los intereses internacionales que están en juego y la puja entre las grandes potencias. Finalmente, las legítimas posturas ambientalistas (la crisis climática es uno de los grandes desafíos de la humanidad), en ocasiones dan lugar a posturas que terminan siendo un obstáculo para el desarrollo económico en países periféricos. El debate sobre centrales nucleares rusas debe tomar todo esto en cuenta.

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