“Venimos a liberar, no a conquistar”
Para los argentinos, chilenos y peruanos, hablar de San Martín o de “El Libertador” son sinónimos. Las palabras del Gran Capitán y, fundamentalmente, sus acciones, constituyen un mensaje trascendente para todas las generaciones de latinoamericanos.
Por Jorge Pirotta | 17-08-2021 09:00hs
El 8 de septiembre de 1820, San Martín emite su primera proclama luego del arribo con su ejército a Perú, dirigiéndose con claridad y contundencia a sus tropas, marcándole las premisas que sus conductas debían cumplir en esas tierras.
El historiador Felipe Pigna, en su magnífica obra “LA VOZ DEL GRAN JEFE”, ha realizado un impresionante compendio de documentos, poco o nada conocidos, que abarcan toda la vida del Libertador.
En el capítulo denominado “Vengando a los Incas”, el mercedino incluye esa primera proclama de San Martín a sus hombres la cual, explica, constituye “una afirmación política de los fines de la expedición y una advertencia sobre la moral que debían observar los militares patriotas”.
Aquí el texto completo del mencionado documento, que muestra sin ambages la estatura moral de San Martín y su irrenunciable vocación libertaria, lo cual hace que cualquier comentario nuestro sea innecesario:
“Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino y solo falta que el valor consume la obra de la constancia; pero acordaos que vuestro gran deber es consolar a la América, y que no venís a hacer conquistas, sino a liberar a los pueblos que han gemido trescientos años bajo este bárbaro derecho. Los peruanos son nuestros hermanos y amigos; abrazadlos como a tales y respetad sus derechos como respetasteis los de los chilenos después de la batalla de Chacabuco.
La ferocidad y violencia son crímenes que no conocen los soldados de la libertad, y si contra todas mis esperanzas, alguno de los nuestros olvidase sus deberes, declaro desde ahora que será inexorablemente castigado conforme a los artículos siguientes;
1º Todo el que robe o tome con violencia de dos reales para arriba será pasado por las armas, previo el proceso verbal que está mandado observar en el ejército.
2º Todo el que derramare una gota de sangre fuera del campo de batalla será castigado con la pena de Talión.
3º Todo insulto contra los habitantes de país, sean europeos o americanos, será castigado hasta con pena de la vida, según la gravedad de las circunstancias.
4º Todo exceso que ataque la moral pública o las costumbres del país será castigado en los mismos términos que previene el artículo anterior.
¡Soldados! Acordaos que toda la América os contempla en el momento actual, y que sus grandes esperanzas penden de que acreditéis la humanidad, el coraje y el honor que os han distinguido siempre, dondequiera que los oprimidos han implorado vuestro auxilio contra los opresores. El mundo envidiará vuestro destino si observáis la misma conducta que hasta aquí; pero ¡desgraciado el que quebrante sus deberes y sirva de escándalo a sus compañeros de armas! Yo lo castigaré de un modo terrible; y él desaparecerá de entre nosotros con oprobio e ignominia.
Cuartel General del Ejército Libertador en Pisco, septiembre 8 de 1820.”