Las plantas aromáticas poseen un aroma y/o sabor que las hace útiles y las diferencia de las demás. Esto se debe a sus componentes conocidos como “esencias” o “aceites esenciales” que pueden encontrarse en las hojas, tallos, bulbos, rizomas, raíces, flores, semillas y frutos.

Su principal rol es en el hogar al ser frecuentemente utilizadas como condimentos para realzar sabores y aromas y para preparar tés, esencias, perfumes, cremas, entre otros. También son utilizadas para la elaboración de productos para el cuidado personal y de la saludpor poseer propiedades medicinales curativas o preventivas de enfermedades.

Pero la función menos conocida es la que cumple dentro de una huerta. Su utilidad se debe a que contribuyen a la biodiversidad y favorecen a crear un sistema natural en equilibrio que fortalece los cultivos y evita que las plagas y enfermedades los arruinen.

Las plantas con aromas fuertes tienen acción repelente, ya que junto con sus colores afectan los sentidos de los insectos y les provoca confusión, tal es el caso del ajo y la cebolla, lo mismo sucede con las aromáticas como el perejil, la albahaca, la menta, el orégano, la salvia, el romero, el tomillo, el ajenjo, entre otras.

Además, son utilizadas como “plantas trampas” pues los insectos buscan siempre qué comer y algunas plantas silvestres son preferidas por ellos a los cultivos, como lo es la albahaca que se suele intercalar estratégicamente entre los cultivos para atraer pulgones y otros insectos transmisores de virus.

Las flores, por su parte, les suministran polen a insectos benéficos y atraen a muchos polinizadores como son las avispas, moscas y abejas que mejoran la polinización de algunos cultivos como los zapallos, zapallitos y frutillas.

El romero, la lavanda y el ajenjo, por su parte, son plantas duraderas y pueden ubicarse en bordes o cercos para que repelan el ingreso de insectos perjudiciales a la huerta.

Fuente INTA