Doña Marcelina: Una vida entre chivas, montañas y agua de vertiente
En el norte de Neuquén vive Marcelina, una de las pocas mujeres crianceras. Con 75 años se levanta de madrugada y camina kilómetros para pastorear a sus animales.
Por Agustina Badano | 15-10-2020 10:00hs
La llaman Doña Marcela Aguilera. Nació al pie de Cordillera del Viento, en el norte de la provincia de Neuquén. Tiene 75 años, 7 hijos y vive junto al cerro Las Marcas, donde comienza uno de los patrimonios culturales más importantes de nuestro país: el Parque Arqueológico Colomichicó. Doña Marcela es criancera trashumante: todos los años camina de la invernada a la veranada, y viceversa, llevando sus chivas y ovejas en busca de pasturas.
Estudió hasta segundo grado en Andacollo y como pudo se las arregló para aprender a leer y escribir. No conoció otro trabajo que el oficio que le enseñaron sus padres: caminar días y días con sus animales y cultivar la tierra. Su marido murió hace 20 años y hoy cada vez que practica la trashumancia lo hace en compañía de alguno de sus nietos o un bisnieto. Y su infaltable bastón.
En 2019, la mujer donó parte de las tierras de su familia para que la Provincia pueda edificar allí las instalaciones del Parque Arqueológico. El agua no llega hasta su casa por una red sino por una vertiente natural. Recién hace dos años pudo tener energía eléctrica, lo que le permite a Doña Marcelina enfriar alimentos con una heladera. Casi todo lo que come lo cultiva de su huerta. Para combatir el frío, calefacciona la casa con leña de álamos y pinos y también se pone sobre la espalda los ponchos y mantas que ella misma teje. Cuando tiene alguna dolencia, se prepara unos yuyos.
Cuando sale de trashumancia, Doña Marcelina lleva a sus perros Daski y Pucheto y le pide protección a una medallita con la imagen de San Sebastián, patrono de los crianceros. La trashumancia es un tipo de pastoreo que se guía por los ciclos naturales del clima. Los crianceros trasladan los animales de un lado a otro en busca de los mejores forrajes. Los llevan hacia las montañas o los valles, de la nieve al verde, según la época del año.
El pastoreo trashumante se mantiene en pocos lugares del mundo: Chile, Bolivia, Perú, España y algunas provincias de Argentina.
El pueblo más cercano al que puede ir Doña Marcelina es Varvaco (600 habitantes), a unos 10 kilómetros, pero casi no va. “No me gusta, no me hallo en el pueblo, mucho ruido, me siento malaza enseguida”, contó en una entrevista que le hicieron en la tv este año.
Fotos: Martín Muñoz
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