El Fogón Gauchesco
Ya se a la intemperie o dentro del rancho, para el gaucho, el fogón lo fue todo, o casi todo.
Por Christian Fasani | 01-03-2020 10:00hs
En los primeros tiempos se le llamaba "fogón" a aquel fuego que prendían los gauchos a la intemperie en los descansos de los largos viajes. Se utilizaba para calentar el agua del mate compartido, hacer la comida, como abrigo o hacer lumbre para alejar a las fieras. El fogón primitivo se encendía en un hoyo en la tierra, el mismo se lo hacía con madera, bosta, marlos, pasto seco o lo que sirviera para combustible.
El fogón primitivo se encendía en un hoyo en la tierra, el mismo se lo hacía con madera, bosta, marlos, pasto seco o lo que sirviera para combustible.
Dice Lucio Victorio Mansilla, general de división del Ejército Argentino, en su libro "Una excursión a los indios ranqueles", que en las marchas militares el fogón "es la delicia del pobre soldado después de la fatiga. Alrededor de sus resplandores desaparecen las jerarquías militares. Jefes superiores y oficiales subalternos conversan fraternalmente y ríen a sus anchas. Y hasta los asistentes que cocinan el puchero y el asado, y los que ceban el mate meten de vez en cuando su cucharada de charla general, apoyando o contradiciendo a sus jefes y oficiales, diciendo alguna agudeza o alguna patochada".
Con el tiempo, se llamó "fogón" al que se encendía en las cocinas donde la peonada se juntaba a matear en los días de lluvia o durante las noches después de comer algún churrasco. La particularidad de este fogón era que se armaba en el medio del habitáculo, el cual contaba con dos accesos, uno al Norte y otro al Sur, el primero era para el invierno y el segundo para el verano.
Este fogón se armaba alrededor de una plataforma circular de tierra apisonada alrededor de la cual se construía una suerte de valla, con huesos de caracú clavados en el piso, ruedas viejas de carro o ladrillos de adobe, que no permitieran la expansión del fuego más allá de lo conveniente. Atado a la cincha del caballo se introducía por una de las puertas un tronco cuyo extremo se depositaba en el centro del fuego sobre las brasas ya preparadas y se lo iba corriendo a medida que este se iba consumiendo. Y así hasta terminarlo.
Desde la cumbrera del rancho colgaba siempre una cadena que daba al centro del fogón de la cual se colgaba una caldera que estaba siempre llena de agua, ya sea, para el mate o para el guiso o bien se utilizaban las brasas para asar sobre una parrilla algún trozo de carne.
Esta reunión, alrededor del fogón era una suerte de oasis en la soledad, un lugar donde el hombre de campo abandonaba su aguerrido silencio y abría su corazón.
En torno a las brasas, los hombres reparaban sus aperos de trabajo o sus prendas personales y, a la vez, daban forma, con sus charlas, a innumerables leyendas y supersticiones mientras el fuego caldeaba y el humo ennegrecía las paredes. Al costado del fogón los gauchos se encargaban de engalanar las historias del pasado, aprendían a templar las guitarras y a cantar y los más veteranos enseñaban los secretos de la naturaleza, el manejo del lazo, de las boleadoras y del facón.
Mientras la carne se cuese, el cálido y fraterno mate sigue la rueda, permitiendo soltar refranes, narrar algún sucedido. Como también, surgen comentarios sobre novedades del pago y se confiesan penas que en ocasiones hasta los paisanos se atreven a llorar. Esta reunión, alrededor del fogón era una suerte de oasis en la soledad, un lugar donde el hombre de campo abandonaba su aguerrido silencio y abría su corazón