Hoy con un altar popular

Isidro Velázquez: el bandido rural que cayó por un engaño

“Tienen que hablar de Isidro Velázquez” se leyó en un comentario de las redes sociales de El Agrario, y justamente a pedido del público te presentamos la vida de un trabajador rural que se convirtió en bandido, atemorizando a muchos chaqueños, pero ayudando a tantos otros. La ambición por más dinero, más robos junto a un engaño que terminó en emboscada, culminó con su vida y la de su compinche ¿Te animas a saber más sobre Isidro Velázquez?

Por Marianela Chimento | 08-03-2020 10:28hs

"Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera", dijo el Gaucho Martín Fierro, e Isidro Velázquez cumplió al pie de la letra, porque fue este bandido rural el que aterrorizó a todo Chaco junto a su hermano, con quien salió a matar, robar y secuestrar.

Empiezo a sospechar que Claudio era su hermano favorito, porque tenía otros 21 para elegir, pero fue con él con quien decidió hacer todas sus hazañas. Isidro desde muy pequeño conocía al campo, solía dormir en árboles y esconderse muy bien entre los pastizales, herramienta que le ayudó para esconderse de la policía en su vida de adulto. Por qué empezó a delinquir es una incógnita que muchos la resuelve en un “porque sí”, mientras que otros afirman que fue una pelea familiar lo que lo llevó a corromperse y tomar ese rumbo.

La duda entre si era héroe o bandido siempre va a estar presente, muchos lo veían como un Robin Hood o vengador mientras que otros lo tildaban de delincuente. La verdad es que Isidro era un trabajador rural, y muy bueno en lo que hacía, distinguido como el mejor baqueano, pero se ve que robar le sentó mejor porque llenó su prontuario rápidamente, lo que comenzó con un robo de ganado terminó en secuestros y rescates que incluían mucho dinero.

"Es una historia fascinante que en mi infancia en Quitilipi, Chaco, lo viví de cerca a través de mi familia y vecinos. Los Velázquez -como eran conocidos- encarnaban el miedo público, eran para las clases altas y medias de la sociedad unos demonios, una especie del mal, hecho carne. Sin embargo, todos querían conocerlos, y para las clases bajas -cosecheros hacheros aborígenes-, eran héroes, eran los justicieros que se vengaban de las injusticias de las atrocidades que soportaban”, afirmó para El Agrario, Jorge Solans, escritor del libro Isidro Velazquez, el último bandido rural.

“Atrápame si puedes” era una frase habitual en la boca de este bandido rural.

“Atrápame si puedes” era una frase habitual en la boca de este bandido rural, salió impune de varias persecuciones policiales, las armas y los tiros no lo querían porque siempre lograba salir limpio de este tipo de situaciones. Pero como toda mente maestra, tenía una gran falla, y fue así como la bebida le jugó una mala pasada.

Luego de un robo decidió ir de copas junto a Claudio para celebrar su gran motín, invitó además a todo el pueblo a beber en el bar donde estaban. Los tragos corrían por su cuenta y mientras la ginebra pasaba por su garganta, el evento llegó a oídos del comisario del lugar quien no dudó en ir y caerle con todo un operativo policial. El resultado final fue la huida de Iriarte y la muerte de Claudio. Luego de este suceso no se volvió a tener noticias de este bandido rural por más de un año.

Muchos pensaban que el tiempo iba a calmar las aguas, pero la verdad que fue todo lo contrario. Velázquez volvió con todo y acompañado por Vicente Gauna, juntos no los paraba nadie: muertes, robos, secuestros, extorciones. Sin lugar a dudas eran el dúo dinámico. Los trabajadores rurales le daban techo y comida a cambio de recompensas, mientras que la policía no se cansaba de buscarlos.

Para muchos un bandido, un delincuente, para otros un héroe.

Velázquez y Gauna estaban planeando el robo maestro al Banco de la Nación de la localidad de Machagai, 800 policías lo buscaban, nada más y nada menos. Isidro confió en el alojamiento y la ayuda de una pareja, una maestra y un cartero. Los estaban transportando desde Quitilipi hasta Machagai, fue allí donde la mujer detuvo el auto simulando que algo no andaba bien con el motor y junto a su esposo se bajaron, un simple acto fue la señal para que efectivos vaciaran los cargadores de sus armas para terminar con la vida de estos bandidos rurales. Gauna murió por los disparos. Isidro hirió a un policía y trató de escapar, pero la herida en una pierna y hombro lo tumbaron dando lugar a que el resto de las balas terminen con su vida.

Con respecto a su muerte, “lo importante del libro es que demuestra que fue un fusilamiento realizado por la policía del Chaco, violando todos los derechos e inclusive apelando a torturas y violando leyes para matarlos en una emboscada. Ninguna fuerza del Estado puede usar una emboscada para matar aunque sea el más peligroso delincuente. La gente es la que después de muerto lo sacó de las páginas policiales para llevarlos a los altares populares. Son los que los entronizaron como santos populares”, destacó el escritor Solans.

Para muchos un bandido, un delincuente, para otros un héroe, justiciero, pero la realidad es que hoy tanto en Chaco como en otros lugares lo conmemoran, respetan, y hasta elevan ofrendas ubicándolo como un santo popular, un santo no pagano, en quien se deposita fe y esperanza.

 

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