Una cultura ancestral

Trashumancia: una práctica que persiste en el tiempo

Además de un modo de producción, es una forma de vida y forma parte de la identidad de nuestro país.

Por Agustina Badano | 02-08-2020 03:00hs

 

Un hombre montado a caballo guía a un centenar de ovejas por la banquina de la ruta 43, cerca de Varvarco, en la provincia de Neuquén. A los ojos de un turista, la imagen parece de otra época, pero es una práctica que todavía puede verse en algunas zonas de Argentina. Son los “pastores trashumantes”, aunque en Argentina se llaman así mismos “crianceros”.

La trashumancia es un tipo de pastoreo que se guía por los ciclos naturales del clima. Los crianceros trasladan los animales de un lado a otro en busca de los mejores forrajes. Los llevan hacia las montañas o los valles, de la nieve al verde, según la época del año.

El pastoreo trashumante se mantiene en pocos lugares del mundo: Chile, Bolivia, Perú, España y algunas provincias de Argentina. Los chivos forman parte de la trashumancia del norte neuquino y en la zona cordillerana de Mendoza y San Juan; las ovejas, en las llanuras patagónicas.

Este oficio de transporte humano es un sustento de vida de las familias crianceras y pasa de generación en generación. Toda o parte de la familia se moviliza de un lugar a otro, con sus caballos a loma de mula y con sus “perros chiveros”. Cada traslado puede llevar entre dos semanas y un mes.

La trashumancia que se practica en localidades como Varcarco es “vertical”. Hay dos desplazamientos anuales. Entre abril y noviembre permanecen en la invernada, son campos de zonas bajas, áridas, donde en general se ubica la casa principal de la familia, ahí pasan el invierno. Luego de la primavera, cuando empieza el calor y después de las pariciones, trasladan los animales a tierras altas y productivas con un clima fresco y húmedo, lo que llaman veranada. Ahí permanecen 5 o 6 meses.

Martín Muñoz, por su trabajo de fotógrafo y guardafauna en el norte de Neuquén, comparte momentos con los crianceros y los registra con su cámara. “Cruzan la cordillera, ríos, arroyos con condiciones climáticas muchas veces adversas: lluvias, viento, nieve y hasta temperaturas bajo cero. Llevan en carga todo lo necesario, la comida para ellos y sus perritos, porque a veces por muchos días no pueden bajar a comprar. Llevan camas para dormir o duermen a la intemperie en sus monturas, en peyones. Y así pasan hasta diez o quince noches”, le cuenta Muñoz a El Agrario.

 

Los desplazamientos trashumantes no se mueven al azar, se realizan siguiendo siempre los mismos itinerarios. Están constituidos por "majadas" de ovinos y "piños" de caprinos, con algunos yeguarizos y bovinos.

En 2016 la Provincia de Neuquén sancionó la Ley 3.016 que garantiza el derecho de las familias trashumantes a transitar con su ganado por las huellas de arreo para trasladarse de ida y vuelta entre veranadas e invernadas, conservando el ambiente y respetando el patrimonio natural y cultural de la zona. Además de la delimitación de huellas de arreo e infraestructura de alojos, los crianceros reclaman históricamente políticas para promocionar la comercialización de los productos derivados de la actividad.

Si bien hay lugares donde el arreo tiene un valor turístico porque es parte de la idiosincrasia de un pueblo, la trashumancia se trata de una práctica social, económica y cultural que requiere gran esfuerzo por parte de los crianceros y sus familias.

Fotos: Martín Muñoz

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