Lionel Messi en la Copa Mundial de la FIFA, Qatar 2022
Messi es Messi. Las comparaciones son inevitables y forman parte de nuestra manera de conocer e interpretar el mundo. Pero también pueden ser prisiones.
Por Ignacio Lautaro Pirotta | 10-12-2022 09:01hs
Messi es Messi. Esa afirmación tan sencilla y obvia parece que nos ha llevado un enorme tiempo interiorizarla a los argentinos. Desde aquel lejano Mundial Sub-20 del año 2005, organizado en Holanda (perdón, Países Bajos), en la que el 10 de 18 años la rompió, saliendo goleador, figura del certamen y campeón, cargó sobre sus espaldas con la comparación permanente con Maradona, y tal vez con una suerte de "necesidad" de un país entero de encontrar un nuevo Diego.
"El fútbol es dinámica de lo impensado", Dante Panzeri.
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Pero Messi es Messi. Este viernes en los cuartos de final, alcanzó a Batistuta y su récord de 10 goles en mundiales. Ya lo había superado como el máximo goleador histórico de la selección. También es el que más partidos oficiales ha jugado con la selección argentina. Campeón de América, subcampeón mundial en 2014, Messi ha tenido una regularidad inigualable en un nivel superlativo a lo largo de toda su carrera, tanto en clubes como en la selección. Posiblemente por eso sea del selecto grupo de un puñado de futbolistas que han disputado hasta 5 mundiales con su selección. Entre los argentinos, el único.
Qatar 2022 lo encuentra con algunas particularidades en comparación con otros mundiales. A sus 35 años ya no es tan explosivo como supo ser, pero no por eso menos determinante. Convirtió en todos los partidos del mundial, menos contra Polonia. Fue un gol de penal contra Arabia Saudita, a acomodar desde afuera del área contra México para comenzar a iluminar el camino de la albiceleste, zurdazo entre defensores contra Australia y nuevamente de penal contra Holanda. Cuatro goles para estar ahí arriba en la tabla de goleadores, solo por debajo de Mbappé, con 5.
Dicen que este partido contra Holanda, Messi se maradoneó en su estilo beligerante y bravucón. Dicen que se riquelmeó, con el Topo Gigio dedicado a van Gaal. Las comparaciones siempre están a la orden del día. Son inevitables. También porque son para los seres humanos una forma de hacer comprensible la realidad, y de aprender. Vivimos comparando situaciones, reacciones y personas desde los primeros años de vida. Está en la esencia de nuestra forma de conocer el mundo.
Pero las comparaciones también pueden ser prisiones. Pueden atarnos a una expectativa. Pueden atarnos a un deber ser, establecer un camino como si fuera el único posible. Pueden determinarnos formas y modelos de cómo deben ser nuestros ídolos. La inevitable comparación con Maradona puede habernos hecho dejar de disfrutar a Lionel Messi tal y como es durante un buen tiempo.
Pase lo que pase en los dos partidos que le quedan a la selección, Messi ya nos regaló otra semifinal. Gambeteó y apiló defensores, nos hizo gritar cuatro goles y metió dos asistencias. Venga el oro o no, Messi es Messi. Todo lo que tenemos para decirle es: gracias, Leo!