Opinión

El escenario político para Lula y Bolsonaro en 2023

Análisis de las elecciones brasileñas y el escenario político que deberá enfrentar Lula da Silva en su tercer mandato como presidente.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 05-11-2022 12:35hs

Esta semana, mientras el bolsonarismo radicalizado cortaba rutas pidiendo una intervención militar “que los libre del comunismo” y Jair Bolsonaro hacía malabares para mantener cierta ambigüedad y no confrontar con su base, al tiempo que pedía que no corten las rutas “por los perjuicios que genera a la economía”, Lula da Silva ya comenzaba a trabajar en la transición de gobierno. Cada cual a su manera, ambos con la mirada puesta en 2023 y más allá.

Los desafíos que le esperan a Lula no son pocos, comenzando por la fuerte división de los brasileños, expuesta en el resultado ajustado. El margen del triunfo fue tan estrecho como lo que vale: la mismísima banda (faixa) presidencial. Ahora bien, Lula ganó las elecciones, pero tendrá que dialogar, convocar y seducir al menos a una parte del electorado que no lo votó el domingo pasado. La política continúa y nuevas elecciones vendrán por delante.

Lo que sucedió en la elección y lo que suceda de aquí en adelante en la sociedad brasileña va a influir a su vez en la otra gran arena donde tendrá que batallar Lula. Lo institucional, el juego de la política, con otros actores y la disputa permanente por el poder. Tiene especial relevancia lo que suceda en el Congreso, donde muchos de sus miembros son especialmente receptivos a los movimientos de la opinión pública y a lo que suceda en sus reductos electorales. Eso se vio de manera muy marcada en el proceso de juicio político contra Dilma Rousseff, en 2016, cuando muchos congresistas, e incluso algunos partidos enteros, estaban a la expectativa de qué sucedía en las calles y en las encuestas, para decidir apoyar o no la remoción de Dilma. Las masivas manifestaciones (especialmente una, del 16 de marzo de 2016) y los bajos índices de aprobación fueron importantes, entre otras cosas, para que prosperase ese juicio político flojo de papeles.

El Partido Liberal (PL), al cual pertenece Jair Bolsonaro, en una muy buena elección consiguió el bloque más numeroso tanto en Diputados como en el Senado. En este último, donde la renovación fue de ⅓, le arrebató al histórico MDB el título de bancada más grande, llegando a tener 13 de los 81 representantes de los estados. En Diputados, donde se renovó la totalidad de la cámara, el PL pasó a tener 99 de los 513 diputados, un número muy importante para la fragmentación que acostumbra Brasil, y que es más similar al de los grandes bloques oficialistas de la década de los noventa, en donde a Fernando Henrique Cardoso (PSDB) le bastaba con la coalición de tres partidos para gobernar, PSDB, PMDB (hoy MDB) y el PFL (hoy Unión Brasil). Por cierto, los cambios introducidos en la última reforma política están teniendo un efecto positivo en lo que a reducción de fragmentación se refiere.

El PL junto con el Partido Progresista (PP) y el Republicanos fueron la principal base del gobierno de Bolsonaro, al menos en la segunda mitad, y formaron su coalición electoral en 2022. En Diputados, los tres juntos tendrán desde 2023, 188 lugares. Sin embargo, no se trata de un bloque bolsonarista, del que se podría esperar una oposición cerrada contra Lula.

Los tres partidos, el PL, el PP y Republicanos (este muy vinculado a la Iglesia Universal del Reino de Dios) forman parte de un grupo de partidos que en Brasil se conoce con el nombre de Centrão. Si bien son partidos mayormente conservadores, lo que los define como Centrão tiene que ver con la predisposición a formar parte del gobierno de turno. Siempre cerca del calor del poder. El PL (hoy “de Bolsonaro”), por ejemplo, formó parte de la coalición de Lula en 2002, poniendo al vicepresidente, el empresario textil José Alencar. El PP también formó parte posteriormente. La naturaleza del Centrão es transaccional, y no tanto ideológica, lo que ellos en Brasil llaman de “fisiologismo”.

Las cosas cambian con el tiempo, y sin dudas han cambiado. La cuestión es qué tanto. Qué tanto el Centrão ha cambiado su naturaleza fisiologista para darle cabida al bolsonarismo, fuertemente ideologizado, radicalizado y confrontativo. Cuántos de los miembros del PL, PP y Republicanos, además de otros partidos penetrados por el bolsonarismo, mantendrán una postura dura contra Lula y cuántos el habitual fisiologismo.

De las bancadas o bloques más grandes Lula deberá incorporar a su coalición en primer lugar al PSD de Gilberto Kassab, algo que a esta altura parece poco probable que no suceda. También debería incorporar alguno de los otros grandes bloques. El Unión Brasil, que es un partido ubicable del centro a la centro-derecha, sucesor del PFL de los noventa, que pasó a llamarse Demócratas en los 2000 y recientemente se fusionó con el PSL por el cual Bolsonaro fue electo en 2018. Aquí cabe una breve digresión sobre el PSL. El PSL funcionó en 2018 como lo que se conoce como un “partido de alquiler”. Un sello de goma que hospedó a Bolsonaro para las elecciones. Así, el minúsculo partido pasó de tener un diputado a tener 54, gracias a la gran elección de Bolsonaro en 2018. Luego este se pelearía con el presidente del partido, Luciano Bivar, y el partido terminaría fracturado a la mitad entre bolsonaristas y bivaristas (que eran más bien bolsonaristas arrepentidos). Bolsonaro luego intentó formar un partido propio, pero al no lograrlo terminó afiliándose al PL, gran exponente de lo que él mismo llamaba “vieja política”.

El otro gran partido a incorporar es el MDB (que entre 1980 y 2018 se llamó PMDB). El MDB sigue siendo uno de los grandes partidos brasileños. Y aunque perdió volumen en el Congreso, sigue teniendo algunos gobernadores y fundamentalmente sigue siendo el gran partido de intendencias. Como dijo Silvio Costa, uno de los líderes del gobierno Dilma en la Cámara de Diputados, cuando se estaba por votar el impeachment contra Dilma y la cúpula del PMDB apoyaba la remoción, el PMDB no es un partido nacional, es una agregación de grandes líderes regionales. Allí están los Barbalho, del estado de Pará, el más poblado del Norte, o los Calheiros, de Alagoas, al Nordeste. Lo que sucede con el MDB en realidad no es muy diferente de lo que sucede hoy con los otros partidos que no son de la “izquierda”. Según la popularidad en cada región, las directorios locales del MDB se inclinan más por Lula, Bolsonaro o por Simone Tebet, que fue la primera candidata presidencial que tuvo el partido desde 1994. Ahora bien, por medio de Tebet y del presidente del partido, Baleia Rossi, del interior agrario paulista, la balanza se inclina hacia Lula.

Luego del PSD (de Kassab, casi seguro dentro de la coalición), MDB y Unión Brasil entre los grandes bloques en Diputados quedan los tres que formaron parte de la coalición de Bolsonaro: PL, PP y Republicanos. Estos tres partidos es muy difícil que se incorporen al gobierno de Lula de manera integral, pero es probable es que parte de sus miembros acompañe al gobierno en las votaciones. La poca disciplina partidaria que caracteriza al sistema brasileño así como la práctica habitual de dar autonomía a los legisladores para que voten según su criterio individual van a ser grandes aliados para la gobernabilidad de Lula. Es altamente probable que estos partidos “se partan” de manera solapada durante el primer año entre los que votan con el gobierno y los más bolsonaristas.

El PP tiene además en sus filas a uno de los hombres más poderosos de Brasilia hoy por hoy. Arthur Lira se convirtió en presidente de la Cámara de Diputados en marzo de 2021 (al igual que el presidente del Senado lo eligen sus pares, sin mediar ninguna regla no escrita en favor del oficialismo), luego de ir aproximándose a Bolsonaro y tejiendo una amplia red de alianzas que incluyó a opositores.

El Partido de los Trabajadores podría tener una posición mucho mejor si disputase y ganase la presidencia de la Cámara con un nombre propio o de un aliado. Pero esa posibilidad ya comenzó a diluirse con el resultado del 2 de octubre. El PT ya no tiene espalda para bancar un enfrentamiento con Lira, y el resultado de intentarlo podría ser contraproducente. Lo más probable es que tanto Lira como el mineiro Pacheco (PSD, de Kassab) permanezcan en la presidencia de ambas cámaras.

Los números y las mayorías a tener en cuenta para gobernar en Brasil son variados. Desde la coalición de mínima que permita bloquear un juicio político, hasta la mayoría especial para aprobar enmiendas constitucionales. En el primer caso son necesarios ⅔ para aprobar el juicio político, por lo que tener ⅓, más de 171 diputados (sobre 513) y 27 senadores (sobre 81), ya ofrece cierta seguridad. Además de las mayorías simples, gobernar en Brasil requiere tener la posibilidad de alcanzar la mayoría especial de ⅗. Esto es así debido a la extensa Constitución Federal, que hace con que las reformas, como por ejemplo una previsional o una impositiva, necesiten de la aprobación de las PEC, Proyecto de Enmienda Constitucional. Esto no significa que la coalición deba tener ⅗, pero sí que el oficialismo debe contar con la flexibilidad suficiente para alcanzar esa mayoría especial en el Congreso. Ahí cuentan las amistades, pero también las enemistades.

El sistema de partidos brasileño está en medio de una profunda reconfiguración. Recién para inicios de 2024, cuando se abra la ventana para la migración partidaria, y ya con un año de gobierno a cuestas, el panorama va a quedar un poco más nítido. Bolsonaro, que con su ingreso a la gran política nacional rompió todo, desplazando al PSDB y a la derecha más tradicional, también tendrá el desafío de mantenerse como un líder de la oposición y una alternativa para 2026. Despojado del poder, el quid de la cuestión bolsonarista va a quedar más desnudo que nunca. Compatibilizar a la base radicalizada, movilizada y fiel con el electorado más amplio, conservador y antipetista, pero reacio al extremismo. Los primeros le dan vida al bolsonarismo, pero también le imponen fuertes limitaciones.

El caso del PSL, el partido que cobijó a Bolsonaro en 2018 y luego se fracturó, es importante porque los motivos de la ruptura fueron de dos órdenes. Primero, comenzaron con las manifestaciones radicalizadas del bolsonarismo que pedían el cierre del Congreso y la Corte Suprema, allá por mediados de 2019. Bivar y otros se oponían a esa estrategia (que está en el adn bolsonarista). Segundo, el control de los directorios estaduales, que Bivar no quiso resignar completamente ante un desmedidamente ambicioso Bolsonaro. El episodio del PSL muestra un error de cálculo de Bolsonaro al lidiar en un plano más político institucional (le significó una reducción de la bancada casi a la mitad, sin tener hasta ese momento un coalición propia, algo saldado a partir de 2020). Pero también muestra las dificultades de compatibilizar lo radical con posiciones más moderadas de sus aliados. Antonio Carlos Magalhaes Neto (ACM Neto), el otro nombre fuerte del Unión Brasil lo exponía con claridad allá por comienzos de 2021. ACM Neto decía algo así como “en 2022 podemos llegar a estar con Bolsonaro, pero todavía no sabemos qué Bolsonaro será el de 2022. Con el radical y negacionista no estaremos”. Finalmente no estuvo con Bolsonaro. ACM Neto perdió ahora la elección por la gobernación de Bahía, en segunda vuelta, y habiendo estado cerca de quitarle ese enorme estado (cuarto distrito en tamaño) al PT, que gobierna desde el 2007. Anteriormente, Bahía, como todos los estados del Nordeste, eran dominados por el PFL y PMDB. Otro gran estado del Nordeste es Pernambuco, donde el PSB (socialistas), aliado de Lula y al que se afilió Alckmin para ser candidato a vicepresidente, perdió después de gobernar desde 2007. La ganadora fue Raquel Lyra, del PSDB.

El PSDB, fue el gran partido que representó a la otra parte de la polarización durante los gobiernos del PT. Como muestran Cesar Zucco y David Samuels en “Partidistas, antipartidistas y no-partidistas: comportamiento electoral en Brasil”, la polarización en Brasil fue entre patistas y antipetistas, siendo estos últimos representados por el PSDB pero sin una fuerte identificación partidaria. La identificación fue el antipetismo. Esto era así hasta la Lava Jato y la emergencia de Bolsonaro, quien sí logró una fuerte identificación (aunque con su persona y no con un partido).

Hoy el PSDB está en su peor momento. Retuvo tres gobernaciones, que son una muestra de las diferencias políticas regionales. El presidente nacional del partido, Bruno Araújo, pernambucano al igual que Raquel Lyra, convocó a una reunión para la próxima semana para definir el rumbo del partido y su posicionamiento ante Lula. De los tres gobernadores electos, Riedel, de Mato Grosso del Sur, de la región Centro-Oeste, un gigante agrario donde Bolsonaro pisa fuerte, defiende que el partido sea oposición. Raquel Lyra, del Nordeste, donde Lula tiene su fortaleza, defiende un apoyo crítico. Eduardo Leite, de Río Grande del Sur, viene de ganarle la segunda vuelta al bolsonarismo, en un estado hoy mayormente antipetista, aunque no por mucho (56/43 a favor de Bolsonaro en la segunda vuelta), manteniéndose neutral en el enfrentamiento nacional.

A nivel gobernadores, el bolsonarismo puro se quedó tan solo y ni más ni menos que con el gigante dentro del gigante sudamericano, el estado de San Pablo. Tarcísio Freitas, ministro de Infraestructura durante todo el gobierno de Bolsonaro (en rigor, renunció en abril de 2022 para poder ser candidato, conforme la legislación electoral) puede ser el salvavidas del bolsonarismo. Pero también su sepulturero. El bolsonarismo puro, con Onyx Lorenzoni, perdió la gobernación de Río Grande del Sur (RS), retenido por el PSDB. La elección de RS podría haber cambiado significativamente el panorama del bolsonarismo, que pasará a depender más de Freitas en San Pablo.

¿Se mantendrá la polarización en los términos observados en esta elección, con Bolsonaro de un lado y Lula y el PT del otro? Todo está por verse. Del lado del PT, entre otras cuestiones, hoy está más clara que nunca la enorme luladependencia

Más noticias

Los estadounidenses votan un nuevo Congreso en crucial test para Biden

Trumpismo y bolsonarismo, la estabilización de la nueva derecha que propone una 'guerra cultural'

Scaloni recortó la lista previa mundialista a 32 integrantes

Finalizó la 34ª Cata de Vinos San Juan con Medalla de Oro para vinos de San Juan, La Rioja y Salta

¿Cómo vas a ver a la Selección?

150 años del Martín Fierro, una obra fundamental para los argentinos