Opinión

Siglo XXI cambalache

Discépolo compuso Cambalache en el primer tercio del siglo XX. El siglo XXI, con menos de un cuarto transcurrido no tiene nada que envidiarle al anterior: guerras, pandemias, crisis y la inteligencia artificial como gran promesa de cambios profundos.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 16-03-2022 10:21hs

Escrito en 1934 por Enrique Santos Discépolo, el tango Cambalache bien puede trasladarse al siglo XXI. Discépolo escribió esa letra en plena Década Infame, y algunos de los pasajes pueden ser leídos como cuestionamientos al régimen de entonces. Lo central del tango son las desviaciones morales de la época: ">Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor; ignorante, sabio, chorro; generoso o estafador”. Aparece por allí mencionado Stavisky, el estafador ruso que hizo de las suyas en Francia.  Además, el siglo XX había comenzado bastante trágico: Primera Guerra Mundial (1914-1917) y crack del 30. Un siglo “problemático y febril”. En el medio de la guerra y la crisis, la década de oro, los dorados años 20, época de ebullición y también de excesos. El progreso y los cambios acelerados en la economía y las formas de producción marcaban la época, que quedaría retratada a la perfección en la película Tiempos Modernos, de Charles Chaplin, de 1936, donde el trabajador lucha entre la explotación de la línea de producción en la fábrica, el desempleo y la pobreza pos crisis del 30.

Habiendo transcurrido menos de un cuarto, el siglo XXI no se queda atrás. En cuanto a los acontecimiento para el mundo y para la Argentina, sin dudas otro siglo “problemático y febril”:  pandemia, crisis financiera de grandes proporciones (2008), guerra en Ucrania, atentados a las Torres Gemelas (2001), guerras libradas por Estados Unidos en Afganistán (2002-2021) e Irak (2003), Primavera Árabe (2009), y guerra en Siria. La Argentina comenzó el siglo con estallido social y crisis política; fin de la Convertibilidad. Se le pagó toda la deuda al Fondo (2005), y el Fondo volvió (2018). Inflación, cuadernos, escuchas. Pobreza, desigualdad, y filas por un plato de comida. Tanto en el mundo como en Argentina, si hay una palabra que marca los tiempos, es “incertidumbre”.

El siglo XXI también comenzó con cambios profundos en la sociedad global y las formas de interacción entre las personas. La incursión de internet en la forma de socializar tal vez sea la más importante. Redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea, los videojuegos en línea, streamers que le ganan terreno a la televisión; las formas de relacionarse y de comunicarse han cambiado drásticamente. Muchos de esos cambios no hubiesen tenido la potencia que tuvieron si no fuese por  los celulares inteligentes, aparatos de alta tecnología que nos permiten estar hiperconectados.

La cuestión moral siempre está a la orden del día: ayer fueron los Stavisky; hoy son los Madoff, los Cositorto, los estafadores de Tinder. La política también enchastrada y manoseada, y cuando no lo está, aparece la persecución política, que ha hecho de la Justicia una maquinaria de perseguir adversarios. La economía y las grandes corporaciones no se quedan atrás. La crisis financiera del 2008 también puede ser vista desde esa óptica: un sistema que daba mucho dinero a costa de la desregulación y que se preveía insustentable desde hacía mucho tiempo. La avaricia por encima de todo.

La guerra en Ucrania es un punto de inflexión para algunos procesos de la política internacional. A diferencia de otras guerras recientes, como por ejemplo Siria, donde Estados Unidos y Rusia se enfrentaron de manera indirecta (proxy war), cada uno apoyando a distintos bandos, en este caso Rusia está involucrada de manera directa. Del lado de Estados Unidos, aunque no está involucrado directamente, sí lo está indirectamente mediante el envío de armas y su vínculo con el gobierno de Zelensky. Se trata del retorno de lo peor de la guerra: cuando dos potencias con arsenal nuclear se encuentran en bandos opuestos. En rigor, Rusia y Estados Unidos son por lejos las dos grandes potencias nucleares. El miedo a “la bomba” ha vuelto, como en los peores momentos del siglo XX.

La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la esencia de las relaciones internacionales; lo que prevalece en última instancia es el poder militar y los intereses de defensa. ¿Dónde han quedado los objetivos de expansión comercial y libre comercio siempre pregonados por Estados Unidos con las grandes sanciones impuestas a Rusia tanto desde el sector público como el privado?¿Qué sucedió con la supuesta defensa de la democracia y los derechos humanos como guía de la política exterior estadounidense al aproximarse a Venezuela? Durante la década de los noventa, luego de la extinción de la Unión Soviética, Estados Unidos quedó como único hegemón global y estableció el llamado orden liberal global. Liberalismo económico y democracia liberal fueron las banderas de la expansión estadounidense en aquel entonces.

En verdad, siempre existió una doble vara en la política exterior estadounidense. Los objetivos del orden liberal siempre estuvieron subordinados a objetivos de defensa y militares, o a las posibilidades que el plano militar y geopolítico ofrecen según el caso. Las sanciones y distancia con Venezuela, por ejemplo, eran posibles en determinado contexto, contexto que ha cambiado con esta guerra. Suele decirse que en política exterior no hay amigos ni enemigos, hay intereses.

La guerra en Ucrania pone de manifiesto la existencia de esta doble vara y de la predominancia de los intereses de defensa por sobre los de orden político y económico con más fuerza que nunca en el último tiempo. La imposición de la política por sobre la economía ya se había expresado con fuerza con la llamada Guerra Comercial contra China, iniciada por Trump en 2017. Sanciones económicas ya se han aplicado a varios países, aunque ninguno con la importancia de Rusia.

Volviendo a los cambios en la forma de relacionarnos y la tecnología. El desarrollo de la Inteligencia artificial (IA), presente desde en los buscadores como Google, hasta los autos sin conductor de Tesla, ha dado saltos importantes en las últimas décadas, prometiendo ser uno de los grandes cambios para el siglo XXI. La solución de problemas se apoyará cada vez más en las capacidades de la inteligencia artificial, ofreciendo o bien soluciones directas en el campo de ciencias exactas y naturales, o bien ofreciendo información precisa en el campo de las ciencias sociales como la política y la economía.

Con menos de un cuarto transcurrido, el siglo XXI no tiene nada que envidiarle al siglo XX. “Vivimos revolca'os en un merengue. Y, en el mismo lodo, todos manosea'os”

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