Volvió Lula ¿vuelve Cristina?
En el acto de La Plata, Cristina habló de la región, la democracia y, por supuesto, los modelos de país. Las diferencias con el caso brasileño.
Por Ignacio Lautaro Pirotta | 21-11-2022 11:03hs
El triunfo de Lula en Brasil instaló el debate y las especulaciones de una posible candidatura presidencial de Cristina en 2023. En ese marco, el discurso del jueves pasado en La Plata fue vivido en la previa como un momento en que esa candidatura podría o no preanunciarse. Lo más probable era lo que sucedió, un “ni” que mira fijo a 2023.
No obstante, y pensando en 2023, hubo definiciones relevantes de parte de Cristina. También una descripción o una interpretación del momento que viven Argentina y la región. En el discurso de La Plata estuvieron muy presentes tanto la región como Lula da Silva. Este último y Brasil fueron los primeros de la lista cada vez que CFK se refirió a los países de la región.
Cristina se encargó de alimentar sutilmente la equiparación del regreso de Lula con lo que podría suceder con ella en Argentina. O al menos con el regreso de un gobierno nacional y popular. “Podemos volver a hacer esa Argentina porque ya la hicimos. La gente tiene que decidir si quiere volver a hacer esa Argentina que alguna vez tuvieron”. He aquí la primera gran cuestión del momento, que es el lugar que ocupa CFK en el gobierno. Esa es posiblemente la principal diferencia que tiene hoy por hoy Cristina con Lula.
Cristina, partiendo de la conmemoración de la fecha, el regreso de Perón 1972 luego de la proscripción y exilio, le dio centralidad en su discurso a la democracia. “Por favor que nadie venga a explicarnos a los peronistas lo que es la libertad y la democracia de poder elegir, de poder opinar, de poder hablar”. Habló primero que nada de modelos económicos, de los logros de “los tres períodos consecutivos” de gobierno de su espacio político, en contraposición con lo que proponen hoy los opositores. Pero también habló de la democracia y los gobiernos “democráticos, nacionales y populares” de la región.
Como lo hizo en otras ocasiones, una de ellas compartiendo escenario con Lula, en la Plaza de Mayo de diciembre de 2021, Cristina comparó al Plan Cóndor con el lawfare. En esa línea, el reciente triunfo de Lula sería el triunfo de la democracia sobre el lawfare. Sería también la advertencia de cómo puede terminar la intromisión del partido judicial en la política y en la definición de las políticas económicas. “Siempre condicionar la voluntad popular, obedeciendo a los intereses de la economía concentrada, terminan mal como terminó el partido militar”.
Además de lawfare y democracia, Cristina también habló de la democracia y sus amenazas a partir de la ruptura del pacto democráctico, la violencia política, los discursos del odio y los que intentan eliminar al otro porque piensa diferente. Cristina sitúa la ruptura del pacto democrático en el atentado que sufrió en carne propia. “Ese primero de septiembre se quebró aquel pacto democrático, aquel acuerdo democrático, el de la vida, el de respetar la vida”.
A partir de estos ejes (el lawfare y la democracia, los discursos de odio y la democracia, y los gobiernos democráticos, nacionales y populares) se pueden hacer algunas comparaciones interesantes con lo que ha pasado en Brasil, y las diferencias importantes que hay entre ambos países.
Lula en Brasil logró conformar, sobre todo de cara a la segunda vuelta, una alianza bastante amplia en defensa de la democracia. Lo que posibilitó eso no fue la lucha contra el lawfare como una forma de amenaza a la democracia, sino Jair Bolsonaro. El todavía presidente de Brasil tuvo como uno de los principales logros de su gestión consolidar su perfil antidemocrático, alentando la violencia política, denunciando fraude con mentiras para intentar deslegitimar a las urnas y estimulando la intromisión política de las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad en general.
Lula llegó a 2022 con la cuestión judicial resuelta. La anulación de las sentencias del exjuez Sergio Moro, en marzo de 2021, le permitió pasar de la defensiva a la ofensiva, poner el objetivo en las elecciones e incluso sumar apoyos que antes hubieran sido imposibles. Comenzando por Geraldo Alckmin, hoy vice de Lula, pero un histórico del PSDB, el principal opositor al PT. La contracara de lo que sucedió con Lula es Sergio Moro, que pasó de tener alfombra roja en los grandes medios a ser cuestionado abiertamente, dependiendo el caso, con más o menos dureza.
“El señor no le debe nada la Justicia” fue el primer comentario que le realizó el histórico conductor del noticiero central de la Globo, William Bonner, a Lula en la entrevista realizada “ao vivo” durante la campaña y que le rindió una de las mejores audiencias del año al canal que es, lejos, líder de audiencia. Se trata, como es fácil imaginar, del mismo noticiero que tuvo un rol central para la construcción del antipetismo, la legitimación de la operación Lava Jato y la persecución contra Lula.
Cuando salió de la prisión en noviembre de 2019, Lula ofreció su primer gran discurso público unas semanas después en Recife, una de las capitales del Nordeste brasileño, la región donde tiene su mayor caudal de votos. Allí despotricó desde el fondo de sus vísceras contra Sergio Moro, la Globo y la elite brasileña. Pero el mismo Lula, en 2022, le agradeció la entrevista en el prime time de la Globo a William Bonner y a su colega, Renata Vasconcellos. El mismo Lula, siempre de trato afable y respetuoso en los estudios de Río de Janeiro, durante uno de los debates llegó a pedirle disculpas a la gente de canal por el comportamiento de su adversario, Jair Bolsonaro.
La resolución de lo judicial y la existencia de un Bolsonaro no solo le posibilitaron a Lula una tregua con parte del establishment, entre ellos el mediático. Lula en 2022 fue el candidato de la conciliación de los brasileños, el de la paz, la democracia y, por supuesto, el de la prosperidad y las tres comidas por día.
Otra diferencia enorme con el caso brasileño es que Argentina parece estar en la etapa pre Bolsonaro. Opositores radicalizados, una derecha radicalizada, y una grieta que sirve como legitimadora de los discursos de odio y el atropello del Estado de derecho. Ese proceso en Brasil terminó con la llegada al poder de Bolsonaro. En el PSDB jugaron a la halconización y terminaron devorados por un dinosaurio de la dictadura.
En Argentina, hay un movimiento de incorporación de los actores y los discursos extremistas. Al margen de si es natural o estratégico, lo cierto es que ese movimiento posiblemente termine evitando el desplazamiento como ocurrió en Brasil. Incorporar a los Espert y los Milei, o elementos de sus discursos, repercute a su vez al interior de Juntos por el Cambio.
Lo más preocupante del caso argentino es que la incorporación no se da solo a nivel político, sino también mediático y de actores económicos importantes. En Brasil, Bolsonaro se metió por la ventana a fuerza de una estrategia que fue desde abajo hacia arriba. En 2018, el principal candidato del establishment era, hasta poco tiempo antes de las elecciones, Geraldo Alckmin. Fue más bien sobre el final que Bolsonaro se hizo de respaldos importantes, incluyendo a los poderosos del sector agropecuario.
Cristina cerró su discurso con “la gente tiene que decidir si quiere volver a hacer esa Argentina que alguna vez tuvieron”. La mirada fija en 2023.
En las elecciones suele haber una dicotomía muy simple, pero no por eso menos importante. Continuidad versus cambio. Gobierno versus oposición. Mantener las cosas simples tiene grandes ventajas, aunque no siempre eso sea posible, porque “es más complejo”